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Desarrollar en los jóvenes habilidades para la vida y entregarles herramientas para emprender, es la principal motivación de Forja Chile. Esta corporación, que nació en 2008, es parte del legado social que dejó el fallecido emprendedor Nicolás Boetsch en sus familiares y amigos, y ya ha transformado miles de vidas.
Por Angélica Cabezas Torres
“Nuestros jóvenes necesitaban potenciar habilidades para cambiar sus destinos: espíritu de superación, capacidad de desafiar sus límites, trabajo en equipo y liderazgo, todos valores que el sistema escolar entrega muchas veces de manera limitada”, asegura Josefina Hughes, actual directora Ejecutiva de Forja Chile.
¿Cuál es el trabajo que realiza Forja Chile?
—Nosotros complementamos el sistema escolar con talleres que fortalecen actitudes, habilidades y valores en estudiantes, profesores y directores de establecimientos educacionales. Trabajamos con cinco habilidades madre que contribuyen al desarrollo emocional y social de los jóvenes; esto es: autoconocimiento, empatía, liderazgo, comunicación asertiva y actuar con propósito. Todas estas habilidades son entregadas en talleres específicos o ciclos de formación.
¿Cuál es la metodología de estos talleres?
—Los talleres se diseñan a partir del diagnóstico de necesidades de cada establecimiento. Se realizan una vez al mes aproximadamente, y funcionan bajo la metodología del aprender haciendo. Los jóvenes salen a terreno y enfrentan desafíos como diseñar proyectos para sus colegios y luego implementarlos, trabajar en equipo para subir un cerro u organizarse para realizar una jornada solidaria. Finalmente, se evalúa el programa y se realiza una graduación de los alumnos, quienes pasan a formar parte de la Red de Forjadores, que busca conectar a los estudiantes entre sí y con oportunidades de crecimiento personal, laboral y académico.
¿Quiénes están a cargo de estas actividades?
—Los encuentros son liderados por profesionales experimentados, como psicólogos y trabajadores sociales, y apoyados por voluntarios capacitados que orientan la reflexión y el aprendizaje de los jóvenes.
¿El sistema educativo chileno potencia el desarrollo de las habilidades blandas?
—No de manera clara. Hay una intención declarada en el currículum que habla de objetivos transversales como el desarrollo de responsabilidad, respeto u otras características, pero no se hace énfasis en actividades que potencien esas habilidades. Los aprendizajes, más bien, se enfocan en las pruebas estandarizadas, como el Simce o PISA, que miden conocimientos de matemática, lenguaje, ciencias y otras materias. En el caso de los liceos técnicos, el año pasado se modernizó el currículum, incluyendo como objetivo el desarrollo de trabajo en equipo, manejo de comunicación oral, entre otras habilidades. Esto, sin embargo, es obligatorio solo a partir de este año, por lo tanto aún nos falta avanzar para implementar de manera cabal estos conocimientos. Hay una debilidad en nuestro sistema educativo que no necesariamente potencia habilidades demandadas por el mundo laboral de hoy y al que todos los alumnos, no únicamente los de educación técnica, aspiran incorporarse.
¿De qué manera las habilidades socioemocionales pueden cambiar el rumbo de vida de un joven?
—El trabajo de habilidades socioemocionales permite a los jóvenes contar con herramientas clave para sus relaciones humanas. Está comprobado científicamente que este aprendizaje es determinante para que puedan desenvolverse en el escenario académico y laboral. Desde una mirada más profunda, les permite relacionarse con su entorno de manera que, a largo plazo, consigan generar movilidad social porque son capaces de tomar oportunidades, liderar proyectos, relacionarse de manera efectiva, entre otros múltiples beneficios.
Ustedes trabajan con alumnos de liceos y sectores vulnerables, ¿cuál es la visión sobre su futuro que tienen ellos antes de la intervención de Forja, y luego cómo cambia?
—Habitualmente nos encontramos con jóvenes que no creen en sus capacidades y que ven su futuro condicionado por el contexto en el que se desenvuelven. Hay pocas aspiraciones y metas de corto plazo. Sin embargo, tras pasar por los talleres, los estudiantes se dan cuenta de su potencial, de las oportunidades que tienen y de cómo sus propias fortalezas se pueden poner al servicio de un proyecto más ambicioso. Los jóvenes sueñan en grande. Sueñan con emprender, estudiar, entrar a las Fuerzas Armadas o liderar proyectos sociales. Se convierten también en líderes positivos de las comunidades en las que están insertos, como sus colegios y entornos. Para explicarlo en ejemplos concretos: muchos lideran las pastorales de sus establecimientos, los centros de alumnos, presentan proyectos de desarrollo cultural y deportivo, entre otras iniciativas.
¿Cuáles son los logros que hasta el momento han obtenido?
—En nuestros ocho años de existencia hemos impactado a 120 establecimientos y más de 4.000 estudiantes, profesores y directores. Hemos logrado generar un cambio cultural en estos colegios y las comunidades.
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