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Abr 2025 - Edición 291

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El rol urgente de los docentes frente a la adolescencia: aprender a vincularse en la era digital

La serie Adolescencia de Netflix, una de las más vistas en la historia reciente, ha removido emociones y ha abierto un debate necesario: ¿estamos, como adultos, sabiendo acompañar a los jóvenes de hoy en el tema digital? La historia de un adolescente de 13 años que asesina a su compañera en la escuela es solo el punto de partida de una reflexión más profunda que, según la psicóloga Isidora Mena, nos interpela directamente a los adultos, y también a los docentes.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
El rol urgente de los docentes frente a la adolescencia: aprender a vincularse en la era digital

Isidora Mena, subdirectora de contenidos de Valoras UC y doctora en Ciencias de la Educación, valora que la serie haya puesto sobre la mesa temas que califica como «candentes y absolutamente urgentes de resolver», como la falta de vínculos significativos, la soledad de los adolescentes y los peligros del entorno digital. Más allá de lo impactante del crimen y la corta edad del protagonista, la serie revela un escenario que, en muchos casos, es más común de lo que se quiere admitir: niños y jóvenes solos, sin límites, sin contención emocional, y expuestos a una realidad paralela —las redes sociales y el mundo digital— que puede ser tanto una herramienta de conexión como un espacio de riesgo.

Isidora Mena, subdirectora de contenidos de Valoras UC y doctora en Ciencias de la Educación.

“Adolecen los estudiantes, pero también adolecen los adultos, los padres, la escuela. Todos adolecemos de gente que acompañe. Y el vínculo, tanto desde la familia como desde la escuela, es lo que más falta”, explica Mena. En este escenario, el rol docente adquiere un protagonismo fundamental. “No podemos dejar todo en manos de la escuela, pero la escuela tiene mucho que hacer porque los niños pasan mucho tiempo en ella”, advierte.

Una de las claves, señala, está en la necesidad urgente de aprender nuevas formas de vincularse con los estudiantes de hoy. No se trata solo de manejar tecnologías o implementar restricciones al uso de celulares —aunque ambas cosas son necesarias—, sino de generar verdaderas relaciones de confianza, comunicación y afecto. “En la escuela ni en la familia se sabe escuchar. Somos sermoneadores y criticones, pero no escuchamos. Y sin escucha no hay confianza”, sostiene.

Además de fomentar una comunicación más horizontal, empática y respetuosa, Mena subraya la importancia de regular el uso de dispositivos digitales. Sin embargo, aclara que no basta con prohibir: hay que alfabetizar digitalmente tanto a estudiantes como a docentes y apoderados. “Tenemos la obligación de tener alfabetización digital, si no, no tenemos ninguna posibilidad”, afirma, recordando que incluso los adultos muchas veces ignoran el nivel de exposición y vulnerabilidad de los jóvenes cuando están «tranquilos en sus piezas», conectados a redes sociales que pueden ser altamente tóxicas.

Desde el punto de vista institucional, Mena es enfática en señalar que los colegios deben asumir un rol activo. Por un lado, organizando actividades extraprogramáticas que entusiasmen a los estudiantes y les permitan desarrollar habilidades socioemocionales y de convivencia. Por otro, formando a sus docentes en nuevas formas de relación pedagógica. “Hay que aprender a establecer formas de disciplina formativa, con más escucha y más límites. Hoy día no estamos haciendo ni lo uno ni lo otro, y eso deja a los estudiantes sin contención”, sostiene.

Inspirada por el trabajo de especialistas como Claudia Messing (socióloga argentina), Mena plantea que necesitamos un nuevo modelo de relación con los estudiantes: una interacción que reconozca a los jóvenes como sujetos válidos, pero que también les entregue estructura y límites claros. “No se trata de culpabilizarnos. No lo estamos haciendo mal porque seamos malos, sino porque no hemos aprendido nuevas formas. Pero ya es tiempo de aprenderlas”, afirma.

En este contexto, la figura del docente se transforma no solo en la de un transmisor de contenidos, sino en un agente clave de acompañamiento y orientación. Un profesor que sabe escuchar, que se forma para comprender el mundo digital, que propone actividades significativas fuera del aula, y que es capaz de establecer límites con afecto, es hoy más necesario que nunca.

“La escuela puede y debe ser un espacio protector. Pero para eso necesita también ser acompañada, capacitada y reestructurada desde su rol más esencial: el de formar personas íntegras en un mundo profundamente cambiante”, concluye Mena. Adolescencia nos recuerda, con crudeza, que el tiempo de actuar es ahora.

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