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Regístrate y accede a la revistaUna creciente cantidad de contenido en línea ha impactado la capacidad de concentración de los alumnos.
¿El volumen de contenidos puede afectar el nivel de absorción de ideas y aprendizaje? Un estudio realizado por la Universidad Técnica de Dinamarca sostiene que sí.
La investigación tomó en cuenta diferentes casos para probar el nivel de atención al momento de recibir información proporcionada por los medios. Se midió y comparó la respuesta del público a algunas variables de distintas épocas, como las ventas de boletos de películas en los últimos 40 años, libros de los últimos 100 años, los datos de tendencias de Twitter del 2013 al 2016, el tiempo de permanencia de los usuarios en Wikipedia de 2012 al 2017 y más.
Los investigadores, basados en estos criterios, crearon un modelo matemático para predecir tres factores cruciales: la popularidad del tema, su progresión a través del tiempo y el deseo de las personas por un tema nuevo.
Este proceso los llevó a encontrar evidencia empírica de que el ser humano otorga diferentes grados de atención a distintos objetos culturales, estableciendo una base teórica para entender la fatiga de la atención ante el exceso de contenidos. Esto puede verse en espacios como Twitter, que provee de nueva información minuto a minuto. Durante el 2013, un hashtag de tendencia que llegaba al top 50 de popularidad, se mantenía en esta lista por un máximo de 17.5 horas, para el 2016, este rango había bajado a 11.9 horas.
No se puede decir lo mismo, por ejemplo, de contenidos científicos, académicos o educativos, que reflejan tiempos de acceso y permanencia más estables a través de los años. Los investigadores sugieren que esto se debe a que se trata de sistemas para crear y compartir conocimiento, algo que típicamente se busca a diferencia de la información en redes sociales, que es algo a lo que el público se expone.
El proceso de interactuar con la información en los espacios que proveen de conocimiento, aun si pudiera tener menos reincidencia, es más activo y voluntario que la forma en la que se interactúa con la información proporcionada por espacios digitales de entretenimiento o redes sociales.
“Los contenidos siguen creciendo en volumen, esto agota nuestro nivel de atención y nos despierta la urgencia por cambiar de un tema otro más regularmente”, sostiene Philipp Lorenz-Spreen, miembro del Instituto de Desarrollo Humano Max Planck , que también participó en el estudio.
Es cierto que el beneficio mayor de este cambio en cómo recibimos temas y datos nuevos nos lleva a ser capaces de procesar más información en menos tiempo, la primera baja de esta evolución cognitiva es nuestro poder de concentración. ¿Cómo influye esta desventaja en un panorama educativo que se inclina cada vez más a la educación en línea? Sus efectos no son favorables, la recepción y retención de los contenidos educativos en línea, dependen de nuestro nivel de concentración y de este, tenemos cada vez menos.
La influencia de un nivel de concentración más bajo, es patente en la muestra de un desempeño académico inferior para las clases en línea, como lo comprobaron investigadores de la Universidad Kent State, en Estados unidos.
El estudio sostiene que los estudiantes que cursan clases en línea efectúan tareas múltiples en mayor medida que sus pares en las clase presenciales, y eso impacta su aprovechamiento de las mismas.
Un alumno puede hacer varias cosas a la vez en cualquier clase, ya sea en línea o presencial, pero el diferenciador que tienen las clases presenciales es la figura del maestro. El docente representa el ancla que ayuda a los alumnos a mantenerse centrados en la clase, cuando falta este elemento en las clases en línea, es común que la concentración se pierda con más facilidad.
Para una educación en línea más eficiente es necesario encontrar mecanismos para mantener la atención de los alumnos que no dependan completamente de la autoridad de un maestro.
La educación como disciplina debe considerar la atención y la concentración como habilidades a desarrollar, no como principios a imponer, así como producir los programas para inculcar estas habilidades en los estudiantes de forma que puedan cultivarla y mantenerla por sí mismos independientemente de los estímulos y volúmenes de contenido que reciben diariamente por medios digitales.
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