¡Qué duda cabe, la familia en Chile y en el resto del mundo está cambiando vertiginosamente! Hoy la conforman grupos más reducidos, debido al sostenido descenso de la natalidad. Los núcleos extendidos son la excepción y el matrimonio es más inestable. Las tasas de divorcio son altas y la cohabitación va en aumento.

Pese a que el 70% de los hijos nace fuera del matrimonio y encontrar familias con más de dos hijos es casi un milagro, todavía los chilenos creen en ella como una institución muy importante, tal como lo reveló la última encuesta Bicentenario UC-Adimark (en Entrevista Web). Más aún: un 76% de los ciudadanos piensa que los hijos necesitan a ambos padres para crecer felices (en Actualidad).

Pero la realidad salta a la vista. Debido a nuestra baja tasa de natalidad (un magro 1,9), de no mediar alguna política pública importante, somos una especie en vías de extinción. Una nación que no quiere tener hijos y que crecería apenas tres millones en 40 años, de acuerdo a las estimaciones que se tienen para el año 2050 (en Reportaje).

De hecho, si hay pocas familias, ¿quién asume una a una sus funciones? La de instrucción, la de formar a sus hijos, la de sociabilizarlos, la de educarlos afectivamente y así sucesivamente. Hemos podido constatar cómo actualmente existe una peligrosa tendencia a dejar a la escuela como la única encargada de cumplir ese papel (en Mirada Internacional). Para los expertos, «la educación ha sido expropiada de la familia por parte de los colegios». Por ello, el gran desafío es devolverle a ésta inteligentemente sus auténticos roles educativos.

Los invitamos a reflexionar sobre estos temas y a valorar la familia que cada uno tiene. ¡Todavía estamos a tiempo!

Marcela Paz Muñoz Illanes

Directora de Revista Educar