Según los últimos estudios de la OCDE, la educación temprana sería uno de los factores claves y de mayor incidencia para el buen desarrollo sociocultural de los niños y jóvenes de Chile. Es más, estudios norteamericanos comentan que por cada dólar que se invierte en educación inicial se dejan de re invertir ocho dólares en remediales que buscan erradicar vicios y malas conductas posteriores. Por otro lado, se sabe que los niños que provienen de ambientes deprivados y altamente vulnerables que no asisten a educación inicial, manejan un 253% menos de vocabulario, comprensión lectora y habilidades matemáticas, que aquellos que vienen de un ambiente más protegido.

Por ello la formación de los docentes que atienden esta etapa resulta fundamental. Y no solo las parvularias y técnicos, sino también, la capacitación de todo el equipo humano que interacciona en esta valiosa tarea.

Importante resulta destacar la misión que tienen las madres y los padres en la formación de sus hijos en dicha etapa. Ellos, en conjunto con los profesionales del área, deberán entregar el afecto y cariño, que constituye uno de los pilares para sustentar un verdadero aprendizaje, tal como lo demuestran los últimos estudios de neurociencias.

Es más, hoy en día son 77.850 los niños chilenos que pudiendo asistir a pre kínder y kínder, no lo hacen; del cual el 65% provienen de los quintiles más vulnerables. Nosotros, como educadores, debemos hacernos cargo del problema y tratar, en la medida de nuestras posibilidades, de crear conciencia en las familias de nuestros alumnos, sobre la importancia que tiene el “sembrar antes”, para “cosechar después, más y mejor”. 

Editorial Revista Educar agosto de 2013