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Por Cristian Luarte Rocha, Director Pedagogía en Educación Física, Universidad San Sebastián.
La alegría es una virtud presente en todo deportista, que importante es la alegría para el deporte del alma, aquel en el que sólo vencen los que saben mirar la vida con ojos limpios y alegres. No es fácil mantener la moral de victoria cuando aparece la dificultad y el horizonte se cierra, es aquí donde debemos recuperar la sonrisa, el optimismo y el buen humor. Cerrarse en la tristeza es condenarse a una derrota segura, fruto del egoísmo que no sabe pensar en los demás. La alegría en tiempos de cansancio hay que ejercitarla tal como el ejercicio físico, sin dejarse llevar por el estado de ánimo o por el cansancio colectivo de los pobres de espíritu.
El entrenamiento de un deportista exige mucho esfuerzo, perseverancia, fortaleza, orden y laboriosidad con una dedicación que lleva a volcar toda nuestra energía. También el alma se templa, a través de una tarea que llena las horas del día. Tú estudiante y profesor, vas haciéndote recio y entero por dentro y por fuera, cuando logras vencer la comodidad, el cansancio que está a un paso del abandono, es decir, cuando te supera el cuerpo y la mente. Pues bien, tu alma aún tiene potencias espirituales – inteligencia y voluntad – tu grandeza, está en cultivarlas haciéndolas madurar a la vez que vas sobreponiéndote a ciertas dificultades.
Vale la pena entonces… centrar la energía del alma en este singular deporte que no te aporta sólo saberes añadidos, sino que, va dejando una impronta permanente en tu misma persona, en lo más íntimo de tu ser. Que importante será entonces, no buscar recompensa en todo lo que haces, sino adquirir conciencia de espíritu para así servir a los demás. El deporte permite educar, compartir, conocer personas, culturas distintas, reconocernos con todas nuestras virtudes y con todos nuestros pecados. Por lo anterior, no hay duda que el deporte es un espacio privilegiado que debemos aprovechar para humanizarnos, independiente de las grandes dificultades que ha generado la competencia desproporcionada, cada uno debe dar la intencionalidad que su propio espíritu promueve.
El buen deportista no abandona el entrenamiento diario. La victoria no se alcanza por el esfuerzo intenso de unos cuantos días, sino con un plan diario que proyecte nuestras vidas. Para actuar con ese temple, debes tener muy claras las metas de tu vida; ir hacia ellas con empuje y con arrastre, sin dejarte llevar por las fluctuaciones de tu carácter o por el vaivén de las circunstancia, pues el futuro es desconocido… para el cobarde es incierto… “pero para los valientes en cuerpo, mente y alma, no hay duda que sabrán alcanzar el éxito”. Valora tu tiempo…valora tu vida.
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