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Por Felipe Merino Lucchini, cofundador y director de Formación de Panal.
Existe una experiencia de trabajo pedagógico importantísima que estamos obviando y se enmarca bajo los prismas de un paradigma educativo, conocido como socio-cultural (Vygotsky, L.S), el cual, se ha encargado de potenciar la idea de que el aprendizaje tiene una interpretación de contexto, asegurando que sólo en un entorno comunitario se logra aprendizaje significativo. Es decir, en contrario a la teoría de Piaget, no es el sistema cognitivo lo que estructura significados. La mente para lograr sus cometidos constructivistas, necesita no sólo de sí misma, sino del entorno que la soporta. La mente tiene un nexo evidente con los parámetros de pensamiento impuestos por un contexto social.
Desde la experiencia de la sala clases como profesores a tiempo completo, nos tocó evidenciar que este paradigma no obedecía a un capricho científico sino a una evidencia real de educar estudiantes en sociedad. Si bien la práctica de este paradigma se encuentra en pleno desarrollo junto a la potenciación de un paradigma socio-cognitivo, la ejecución de un currículum sedimentado en estas bases esta por lejos de ser aplicado en la mayoría de las aulas de nuestro país. Sobre todo cuando se tratan de colegios con altos índices de vulnerabilidad.
La necesidad gubernamental por rendir académicamente en excelencia y cerrar brechas de aprendizaje para los test estandarizados de calidad, ha opacado los esfuerzos del paradigma socio-cultural enfocando el quehacer pedagógico exclusivamente al rendimiento académico, dejando de lado la formación del estudiante como individuo responsable no sólo de su futuro, sino que también como agente de cambio de su entorno. Somos seres vivos y por naturaleza debemos lograr un equilibrio con nuestro entorno circundante. Llevamos décadas formando generaciones individualistas enfocadas sólo en el éxito y logro personal sin sensibilizarnos de la importancia de desarrollarnos en comunidad.
Inclusive, y lo más desalentador es que estos últimos esfuerzos academicistas tampoco han logrado una sustantiva mejora en el rendimiento escolar. Según el informe de la prueba internacional PISA “Solución creativa de problemas”, los estudiantes chilenos siguen manteniendo una distancia importante (+114 pts. promedio) en desarrollo creativo de problemas con sus pares mejor ubicados como Singapur o Corea del Sur manteniéndose en el puesto 36 de 44. Inclusive, las mismas frustraciones que generan esta ineficiente cultura de logro académico han terminado de mutilar cualquier sentido de posibilidad en los estudiantes generando aún más desinterés, potenciando la falta de propósito y desmotivación natural que hoy agobia a casi un 60% de los estudiantes del sistema educacional[1].
Hoy estamos construyendo un nuevo paradigma con el testimonio de nuestros estudiantes. Jóvenes dispuestos a empoderarse con un nuevo sentido de que “es posible” generar impacto en sus comunidades a través del trabajo colaborativo y aplicando sus aprendizajes al servicio de otros. Junto con un trabajo reflexivo del estudiante, buscamos aumentar su autoestima y autoconfianza haciéndole notar el impacto que genera concentrar esfuerzos en mejorar las condiciones del entorno en el que desarrolla y las de su comunidad. Panal busca canalizar la energía bloqueada propia de una apatía individual hacia una motivación colectiva en comunidad. Es urgente buscar propuestas visionarias que por sobre todas las cosas inviten a re-enfocar nuestro plan de acción con absoluta energía y foco en el estudiante, buscando soluciones desde él y no para él.
Nos apoyamos en una metodología que busca sacar lo mejor de nuestros jóvenes en comunidad, sin subestimar de lo que son capaces y aprovechando al máximo toda la energía que poseen. Somos una invitación a actuar desde lo que el estudiante es capaz de lograr, una nueva forma de hacer educación con el estudiante como eje central de acción y no como un producto de gestión e intervención.
[1] Educación 2020. (2014) – Hoja de ruta 2014, 1 – 4
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