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Por Rosario García-Huidobro Munita**
Reflexionar sobre nuestra práctica docente es un aspecto que hoy en día adquiere mayor relevancia, ya que permite enriquecer nuestra labor educativa para no transformarlo en actos repetitivos y rutinarios. Construir nuestra identidad como docentes es un proceso de aprendizaje relacional que se negocia cada día en el aula.
Como menciona Anna Richert (1992), los profesores también somos aprendices y aprender es un proceso constante en nuestra práctica profesional. Aprendemos desde las experiencias con nuestros estudiantes, de aquello que enseñamos y del cómo lo hacemos. Cada día se nos presentan nuevos desafíos y enfrentarlos desde la reflexividad ayuda a dar sentido a nuestro quehacer docente. Estos importantes aspectos comenzaron a promoverse con John Dewey (1989) y Donald Schön (1992, 1998), quienes situaron al docente como un profesional y práctico reflexivo. Frente a esto pregunto, ¿cómo docentes desarrollamos una práctica reflexiva?, ¿somos conscientes de las acciones que hacemos diariamente tanto con nuestros alumnos como también en el proceso de planificación y evaluación?
Para dar respuesta a estos cuestionamientos quizás sería conveniente primero explicar qué entendemos por reflexividad y cómo podemos enfocarla en nuestra práctica docente. La reflexividad es la capacidad de conversar con nosotros mismos para dar sentido a nuestras experiencias. Es decir, preguntarnos qué hacemos y cómo lo hacemos para conectarlo con nuestras dudas, miedos, objetivos y deseos. En este sentido según Dewey, los profesores pueden examinar su práctica y aprender de ellos mismos en el proceso de reflexionar sobre su rol docente, ya que construye un conocimiento sobre la enseñanza y su trabajo como docente. Así también, Schön ha acentuado que mientras los profesores describen, analizan y realizan inferencias sobre las diversas situaciones que ocurren en el proceso educativo, crean sus propios `principios pedagógicos ́.
Por otro lado, soy consciente que si bien, como docentes, todos los días nos enfrentamos a situaciones que nos exige reflexionar sobre nuestras experiencias, es difícil encontrar espacios para detenernos a pensar. Comprendo que nuestro labor diario es muy demandante por los estudiantes, apoderados, superiores, etc. A pesar de ello, quiero invitarlos a comprender que la reflexividad profesional no significa “detenerse a pensar”. Más bien implica una actitud alerta y dispuesta para no dejar que las cosas y situaciones nos pasen por delante sin percatarnos.
Observo dos formas que pueden ayudarnos a practicar la reflexividad de manera cotidiana en nuestra labor como docentes. La primera y más importante es ser conscientes de nuestro rol y nuestra forma de estar en la escuela. Esto implica que seamos docentes perceptibles. Es decir, que estemos abiertos a escuchar lo que sucede a nuestro alrededor para ser conscientes de ello, y comprender qué nos ocurre a nosotros con esas experiencias. A medida que estamos despiertos ante lo que nos rodea, nos damos cuenta que somos parte de ello y que por ende, podemos cuestionarlo. Estar conscientes de lo que decimos, lo que enseñamos y cómo lo enseñamos nos permite preguntarnos por nuestra práctica y poder mejorarla.
Por último, además de desarrollar la reflexividad desde el acto de ser conscientes y perceptibles, creo importante poder compartir estas experiencias con otros. Hablar con los compañeros sobre lo que hacemos como docentes, compartir dudas, frustraciones, proyectos, cómo nos sentimos y qué pensamos, nos ayuda a verbalizar y generar un conocimiento sobre nuestra práctica. Al mismo tiempo, compartir estas experiencias nos permite escucharnos a nosotros mismos y cuestionarnos para buscar nuevas estrategias y metodologías.
Desde estos dos caminos invito a que activamente podamos enfrentar nuestra labor docente con una actitud crítica y reflexiva, que nos permita ser consciente de las decisiones que tomamos y ser ejemplo de ello para nuestros estudiantes.
*** Rosario García-Huidobro es Máster en Artes Visuales y Educación Pedagógica, con un enfoque Construccionista, de la Universidad de Barcelona. Trabajó sus tesis en “La experiencia de narrar(me) para re-significar mi sentido de ser docente”. El año 2012 comenzó sus estudios de doctorado en el programa, Artes y Educación, en la misma casa de estudios.
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