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Regístrate y accede a la revistaEn tiempos marcados por la aceleración tecnológica, la inteligencia artificial y una creciente automatización, la voz de Charo Sádaba, Decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, resuena con fuerza al recordarnos una verdad fundamental: la educación no puede reducirse a la adquisición de competencias técnicas. Formar a una persona va mucho más allá. Supone ayudarla a pensar, a discernir, a empatizar, a leer el mundo y a situarse en él de manera consciente y ética. Y en esa tarea, las humanidades juegan un rol insustituible.
Sádaba insiste en que educar no es solamente entregar herramientas para un desempeño eficiente en el mundo laboral, sino también abrir espacios para que los estudiantes se descubran a sí mismos y a los demás, desarrollen una mirada crítica y cultiven una vida con sentido. En este contexto, disciplinas como la filosofía, la literatura, la historia, las artes y la ética no son un lujo, ni un complemento opcional. Son el corazón de una formación verdaderamente integral.
Charo Sádaba, decana de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Navarra.
“Las humanidades nos permiten hacer preguntas de fondo sobre quiénes somos, por qué estamos aquí, hacia dónde vamos. Nos ayudan a mirar al otro con profundidad, a escuchar, a dialogar, a comprender que la realidad es compleja y que las decisiones tienen consecuencias”, ha señalado en diversas ocasiones. Y agrega: “No se trata solo de saber programar o utilizar una herramienta digital; se trata de saber para qué lo hago, con qué fin, con qué impacto en los demás y en mí mismo”.
Esta visión educativa, que pone a la persona al centro, propone recuperar el valor de la palabra, de la conversación, del silencio incluso. En una cultura del ruido y la prisa, Sádaba invita a redescubrir el poder de la lectura profunda, de la contemplación y del pensamiento pausado. Según ella, solo desde ahí es posible construir una ciudadanía activa, crítica y responsable.
En el aula, esto implica transformar los espacios educativos en verdaderos lugares de encuentro humano, donde los alumnos no solo aprendan contenidos, sino también a convivir, a construir sentido juntos, a respetar miradas diversas. “Educar es una tarea que compromete a toda la persona y a toda la comunidad. No podemos formar en soledad ni de forma fragmentada”, afirma.
Desde esta perspectiva, la formación en humanidades no solo es compatible con la innovación y la tecnología; es, de hecho, su mejor aliada. Porque si bien el mundo requiere profesionales capaces de adaptarse a contextos cambiantes, también necesita personas que sepan quiénes son, qué valores los guían y cómo quieren contribuir al bien común.
Charo Sádaba no duda en decirlo: “El futuro de la educación pasa por revalorizar las humanidades. No podemos formar técnicos sin alma. Necesitamos formar personas capaces de mirar el mundo con profundidad y de actuar con responsabilidad”. Una invitación urgente, lúcida y necesaria para todos quienes creemos en la educación como camino hacia una sociedad más humana, más justa y más plena.
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