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Regístrate y accede a la revistaPor Gabriel Morales, asesor de grupoEducar y experto en TIC.
Todavía en los Centros Educacionales, el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) es visto como responsabilidad individual de los docentes. Bajo esta lógica, cada profesor debe apropiarse de herramientas para transformarlas en efectivos recursos pedagógico. Sin embargo, el nivel de motivación por utilizarlas en aula no es el mismo en todos los maestros. Estos tienen su explicación en diversos motivos, los que abarcan desde la brecha generacional evidente entre nativos e inmigrantes digitales hasta la desconfianza de la riqueza educativa de las tecnologías.
A los profesores se les exige innovar con TIC en aula, sin detenerse que esta etapa es la final de un proceso y no el comienzo del mismo. Los niveles de apresto y uso son muy relevantes para la confianza del profesor y para maximizar la riqueza de los recursos. No obstante, ese trabajo no puede ejecutarse de forma individual, dejando al docente enfrentado a una problemática compleja y con respuestas que van más allá de la formación tradicional recibida. La interacción entre pares, el compartir la experiencia y la capacitación (interna o externa al establecimiento) son fundamentales a la hora de concretizar planes de uso de las tecnologías, a lo menos, en sectores específicos del Currículum.
Exigir a un profesor que utilice TIC en aula sin otro propósito que ese, no hace más que dificultar su difusión y entrega otra problemática, a la ya de por sí difícil, labor docente. Si no existe por parte del establecimiento (1) un propósito educativo claro que lograr, (2) la especificación de las metas que cumplir, (3) la estimación de plazos plausibles de ejecución además de (4) la selección de un número razonables de software a utilizar en conjunto con las principales metodologías a impartir, el docente no encontrará sentido al uso de tecnología ni se involucrará activamente en el proceso.
Es sumamente importante destacar que el establecimiento debe proporcionar capacitaciones permanentes en el tiempo, del mismo modo de asegurarse que los profesores reciban retroalimentaciones y remediales de forma continua. Estas pueden ser impartidas por parte de los mismos pares o mediante un ente externo.
Lo relevante es que los profesores participen en la toma de decisiones, puedan manifestar sus aprensiones al proceso y con ellos se puedan resolver las dificultades que se presenten de modo colaborativo. De esta manera se integrará a los maestros al Plan Educativo que incluya a las TIC y éstos no sentirán que es una imposición inaplicable en su realidad laboral.
Sin estas consideraciones, la tecnología terminará siendo utilizada por sólo aquellos profesores que se sientan confiados en sus propias capacidades y recursos, pero que no tendrá ninguna relación con lo realizado por otro profesor del mismo establecimiento.
Es por ello que se requiere con urgencia la institucionalización del uso de la tecnología en los colegios, utilizando entidades ya existentes o creando nuevas de apoyo a la labor docente. Los tiempos en que se consideraba a la tecnología solamente como moda debieran estar en el olvido. La tecnología está aquí para quedarse y, con certeza, aumentará su relevancia en los próximos años. Esta es una tremenda oportunidad para cambiar enfoques y formas de hacer las cosas. El desafío es tremendo y la mejor manera es afrontando el tema como institución y de forma sistémica, facilitando y apoyando el trabajo docente para lograr objetivos comunes. Aquel proceso será crítico para conseguir una integración curricular de las TIC de manera efectiva.
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