Para Claudia Lagos, directora de Pedagogía en Educación Parvularia de la Universidad Diego Portales, la escasa valoración social que posee la formación inicial en nuestro país es la gran problemática de este nivel.

Por Angélica Cabezas Torres

“Hay un desafío evidente que tiene que ver con elevar sustantivamente la calidad de la educación parvularia y eso pasa necesariamente por la calidad inicial de las educadoras, pero a mí me cuesta ver esa preocupación sin contextualizarla en una problemática más amplia, que tiene que ver con las representaciones sociales que hay sobre la educación parvularia en nuestro país”, dice certera Claudia Lagos. Asimismo, hace un llamado a hacernos cargo y a contribuir a mejorar la educación, desde el papel que cada uno ocupa en la sociedad.

¿Dónde están las oportunidades de mejora para la educación parvularia?

Existe un discurso socialmente instalado, políticamente correcto, sobre la importancia que tiene este nivel educativo en la educación de los niños, sin embargo eso está mucho más situado en el discurso que en la realidad. Los papás siguen prefiriendo retardar el ingreso de los niños a la educación infantil y eso en gran medida tiene que ver con que hay un cuestionamiento respecto de la calidad de la educación que se imparte, pero también hay una idea acerca de lo que supone la educación infantil.

«Aún predomina la percepción de que el rol de la educación parvularia es más asistencial que educativo. Se prioriza, muchas veces,  tener a los niños bien cuidados y no necesariamente desafiados con experiencias de aprendizaje que les permitan desarrollar sus capacidades».

¿Y qué pasa con ese discurso en las jóvenes que deciden estudiar educación parvularia?

Ellas también traen este discurso incorporado. Nosotros en la formación tenemos que hacer un trabajo bien fuerte para movilizar esas representaciones sociales. Las jóvenes entran a estudiar, a pesar de que tengan buenos puntajes o que cuenten con las capacidades, con una idea preconcebida que esta es una profesión que no es compleja, que es bastante posible desarrollar desde el sentido común y la intuición y para la cual no hay que prepararse tanto.

«Hay que hacerse cargo de cuáles son las características iniciales que traen las estudiantes para efectivamente convertirlas en profesionales de calidad, y eso tiene que ver con situar el rol de las educadoras mucho más en la perspectiva de lo educativo, de la importancia de contar con competencias disciplinarias y con conocimiento acabado del aprendizaje y desarrollo de los niños».

¿Cuál cree que es el camino para mejorar la valoración social que posee hoy la educación parvularia?

Es muy similar  con lo que sucede en general en Chile con las pedagogías, que son muy mal valoradas, principalmente porque el incentivo económico que tienen en el ejercicio profesional es bajísimo. No existen  muy buenas condiciones laborales en general, no poseen muchas oportunidades de desarrollo profesional permanente y cuando ello ocurre no se traduce necesariamente en una remuneración más alta. En la medida que se den señales en esa orientación, socialmente se va a comenzar a ver que esta profesión es compleja y que es necesario que estén los mejores, y que se requiere de selectividad. Equivocarse a este nivel es tremendamente complejo, no da lo mismo lo que tú les enseñes, cómo lo haces  y preparas la enseñanza.

¿Qué opinión tiene respecto a la decisión de la Contraloría que impide a los institutos profesionales seguir impartiendo pedagogías?

Yo estoy de acuerdo, porque son instituciones que no tienen mayores exigencias de ingreso y si bien hay una responsabilidad importante en la formación inicial de otorgar un valor agregado, de trasformar a estas personas, creo que se tiene que partir de un piso mínimo.

«Cuando tienes instituciones que de alguna manera realizan  un primer filtro efectivamente te puedes hacer cargo de entregarle a partir de la formación, un valor agregado a esa persona y pegarse el salto respecto de la amplitud y la profundidad que merecen los conocimientos que tiene que tener un profesor».

«Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la PSU pero lo que es indiscutible es que es un predictor del desempeño futuro y por lo pronto no tenemos otro  mejor. Es impensado que un estudiante con 400 puntos estudie medicina y la tarea de un médico y un profesor, en términos de complejidad y del impacto que tiene su desempeño, a mi modo de ver, es bastante similar».