Hay mucho que aprender sobre emociones. Por ejemplo: ¿qué hacer cuando éstas son demasiado intensas en nuestros hijos? El concepto de “higiene emocional” apunta precisamente a una series de buenas prácticas que evitan que ellos se dejen llevar hasta las nubes por sus emociones.
Si mi hijo me dice que tiene rabia, tiene rabia, y no sueño, “maña”, y tampoco está manipulando. Siente rabia. Para cualquier persona, no hay nada más frustrante que le invaliden lo que siente. Las emociones siempre son válidas, no así un comportamiento disruptivo como consecuencia de una emoción.
Ahora bien, sin duda hay mucho más que aprender sobre emociones. Pero, ¿qué hacer cuando éstas son demasiado intensas en nuestros niños? Entendemos que sean válidas, pero ¿qué podemos hacer para que la rabia, la tristeza, la angustia, no lleguen hasta las nubes?
- Cuidemos su alimentación:
Está comprobado que una dieta sana y balanceada, influye en la intensidad y en la vulnerabilidad de las emociones. El que se saltó comidas, es probable que esté más irritable o más angustiado que el que no lo hizo. La clave en este punto es mantener el equilibrio. No comer ni muy poco, ni mucho, ya que ambos extremos promueven que las emociones sean muy intensas.
- Regulemos las horas de sueño:
El niño que ha dormido bien, estará más tranquilo al día siguiente, que el que durmió pocas horas. Ninguno de los dos extremos son recomendables. El niño que duerme más de 10 horas, pasa mucho tiempo acostado y además duerme siesta, va a tender a estar más irritable, triste o angustiado al día siguiente. Lo mejor es mantener una higiene del sueño en casa y que duerman las horas que tienen que dormir, en base a su etapa del desarrollo.
- Estimulemos la actividad física:
El deporte contribuye a la salud, bienestar y sin duda, ayuda a regular las emociones. Las personas que hacen deporte regularmente, tienden a tener un mejor estado de ánimo, en contraste a las personas sedentarias. El niño que realiza actividad física está más contento y tranquilo y le ayuda a controlar la intensidad de las emociones. ¡Hagan la prueba!
- Curemos el dolor o enfermedad física:
El malestar, un dolor de cabeza, un resfrío, hace que los niños estén más irritables y con una tendencia a que cualquier emoción se intensifique y llegue a las nubes. Por eso es fundamental que si nos dicen, por ejemplo, que les duele la cabeza, saber qué darles o cómo reaccionar para que se le quite.
- Realicemos juntos algo que les genere placer:
Fomentarles que hagan cosas que les gusta hacer y que disfrutan haciéndolo. Eso influye directamente en que estén más contentos. La lista es amplia: dibujar, pintar, tocar algún instrumento, hacer mosaicos, cocinar… El único objetivo es el placer de hacerlo y nada más.
Cuidando estos cinco puntos, de seguro tendremos niños más tranquilos y con menos vulnerabilidad a entrar en emociones intensas.
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