Suscríbete a nuestra revista y podrás leer el contenido exclusivo online
Regístrate y accede a la revista
Esta escritora española ha logrado convertir en éxito de ventas y traducciones la historia del libro y de todos quienes han protegido su existencia: narradoras orales, escribas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, maestras, sabios, espías, rebeldes, monjas, esclavos y aventureros.
Muchas veces se ha augurado la desaparición de los libros impresos. ¡Más práctico y barato un e-book!, se podrá decir hoy. Pero no. Algo tiene el libro de papel, que se toma entre las manos, que se hojea, que se huele, que se guarda en una repisa como objeto preciado y se presta o se vuelve a leer.
La española Irene Vallejos es filóloga (estudiosa de las lenguas) y se define como amante de los libros desde niña. En su visión, esa es la razón por la que los libros perduran: porque son amados. Y esa motivación la llevó a escribir “El infinito en un junco” (Ediciones Siruela, 2019. / 472 páginas), un ensayo que cuenta cómo los libros han sobrevivido a momentos muy difíciles como el analfabetismo, guerras y pandemias. “Muestra, también, cómo nosotros salimos fortalecidos gracias a los libros. Si no existieran los libros cada generación tendría que partir de cero. Ellos son el nexo con nuestros antepasados, generación tras generación”, cuenta Irene en una entrevista.
Un ensayo que se vuelve best-sellers
El éxito de “El infinito en un junco” ha sido inesperado: cien mil ejemplares y decenas de traducciones. Pero es que la autora ha logrado contar la historias de los libros como si fuera una fabulosa aventura colectiva, protagonizada por miles de personas que, a lo largo del tiempo, han hecho posible y han protegido los libros: narradoras orales, escribas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, maestras, sabios, espías, rebeldes, monjas, esclavos, aventureros… Lectores en paisajes de montaña y junto al mar que ruge, en las capitales donde la energía se concentra y en los enclaves más apartados donde el saber se refugia en tiempos de caos. Gente común cuyos nombres en muchos casos no registra la historia, esos salvadores de libros que son los auténticos protagonistas de este ensayo.
Cuando le preguntan acerca de su relación personal con los libros, la autora narra que esa historia comienza con su padre contándole La odisea. “Yo veía en la televisión unos dibujos sobre un Ulises galáctico y él me dijo que iba a contarme la historia del verdadero Ulises. ¿El verdadero?, pensé yo, pues no había pensado en que hubiera uno verdadero y uno falso”, cuenta la autora, y dice que desde ese momento se fascinó con las historias fundacionales de las civilizaciones, donde nos explicamos quiénes somos y que han logrado viajar por entre los siglos.
“De hecho” -cuenta Irene-, “estudié Filología Clásica porque quería leer a Homero en su propia lengua. Y creo que todo lo que nos ha enseñado el Mediterráneo, todo lo que surgió en las orillas del Mediterráneo, tiene ahora absoluta vigencia, ¿no?, ese deseo de explorar el mundo, de conocer. Allí nació la filosofía de la mano de la ciencia. Y yo creo que ese es el camino, porque cuando la ciencia y las humanidades caminan de la mano, caminan juntas, es cuando construimos lo mejor de lo que somos capaces. Y eso es algo que sigue vivo, sigue siendo igual de necesario ahora, como en los tiempos de Homero. ¿Qué le debemos a los libros? Pues los libros han sido nuestro mayor hallazgo en la lucha contra el olvido y contra la destrucción, porque todo acabaría convirtiéndose en nada si no construyéramos diques, murallas, para contener al olvido”.
Ver entrevistas en:
Aprendemos juntos https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/las-mujeres-en-la-historia-de-los-libros-un-paisaje-borrado-irene-vallejo/
Aula de Cultura https://www.youtube.com/watch?v=cbgjaZwALn4
Revisa nuestro contenido en todas las plataformas desde un teléfono hasta nuestra revista en papel.
Mantengamos la conversación, búscanos en twitter como @grupoEducar
Tweets by grupoEducarIngresa a nuestra comunidad en Facebook y profundicemos el debate.