Aquí algunas ideas para poder sacar partido a las alternativas que nos ofrece la vida actual y alejarnos de la confusión.
Desde el punto de vista sociológico, el principal rasgo de la modernidad es la individuación. Esto significa que las personas dejan de estar adscritas a ciertos roles o tradiciones y construyen su vida de manera menos estandarizada.
A esta multiplicidad de alternativas se le llama complejidad y es una característica de los tiempos actuales necesaria de tener en cuenta. Puede llevar a la máxima plenitud a alguien por permitirle forjar libremente su camino, y a otros puede sepultarlos en la incertidumbre y la frustración.
ALGUNAS MANERAS DE ABORDAR ESTA COMPLEJIDAD Y FORTALECERNOS:
- Cultivar las herramientas y estrategias que están a la mano de todo ser humano para vivir estos tiempos de buena manera. En psicología, por ejemplo, más que buscar la certidumbre, se habla de manejar la incertidumbre. Es decir, la meta es encontrar la manera de adaptarse de forma saludable a los cambios y a la multiplicidad de opciones.
- La familia: vertiente de certidumbre. El hombre necesita una seguridad básica en su vida, un ámbito donde no haya riesgo ni incertidumbre. Esa esfera de seguridad es la familia y en las encuestas las personas efectivamente la nombran como lo más importante en sus vidas. Pero, los estudios también demuestran que esto es más bien una realidad intelectual: en la práctica no le dedican el tiempo ni la energía suficiente, lo que debilita los lazos.
Es necesario enaltecer el rol de la familia que es acoger incondicionalmente. Esto contempla padres que no moldean al hijo, sino que le entreguen las herramientas para esculpirse ellos mismos. La meta es que cada persona, en este núcleo que es la familia, aprenda que tiene un valor que no está dado por sus capacidades, sino sólo por existir, lo cual le permitirá enfrentarse con confianza y optimismo a la vida.
- Propiciar paz interior para conectar con cuál es nuestro querer en la vida. Este es el primer paso para descubrir ese sentido de la existencia que todo hombre lleva inscrito. Intentar conectar y reflexionar. Para eso debemos reconocer nuestro ritmo, saber parar si hemos “perdido nuestro centro”. Escuchar música, salir a caminar o darse un par de días de más silencio, puede ayudar.
- No ser víctimas, sino protagonistas. Se trata de mirar el día a día desde otro ángulo y de sacar el mejor partido de aquello que nos tocó. Abrazar nuestras opciones y aceptar las renuncias que debemos hacer.
- Distinguir lo esencial de lo accesorio. Un ingrediente clave para la realización del sentido de la propia vida y, por lo tanto, en la capacidad de protagonismo que se tiene en ella, es saber qué es lo verdaderamente importante para uno. Teniendo claro eso debe hacerse una escala de valores y tomarla como criterio para todas las decisiones. También como parámetro para saber por qué cosas vale la pena desgastarse y por cuáles no. Esto requiere de un gran trabajo intelectual, ya que el mundo de hoy disfraza de importantes cosas que no lo son y presenta como accesorias otras que sí son esenciales.
- Confiar en el ser humano. "Hoy, al hombre se lo ve como un caldo aguado, cuando en realidad es una sopa de campo, espesa y llena de nutrientes", dice la filósofa Carolina Dell'Oro. Cada persona es capaz de mucho, de sufrir y salir adelante, de ponerse metas, de crear, de perdonar… A veces fijamos la atención en lo negativo y nos llenamos de inseguridades. Pongamos atención en nuestras fortalezas, en lo que podemos construir, y esa energía nos ayudará a vivir un día a día con sentido.
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