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Regístrate y accede a la revistaManuel Urrutia, director del Instituto Politécnico María Auxiliadora, conoce bien los desafíos que enfrenta hoy la educación chilena en materia de convivencia escolar. Desde su rol como líder de un establecimiento técnico profesional y como parte de una red de 18 colegios, ha observado con preocupación el aumento de situaciones de violencia, el distanciamiento con las familias y las dificultades de los docentes para ejercer autoridad dentro del aula.
Sin embargo, Manuel Urrutia propone una respuesta concreta y esperanzadora: trabajar con enfoque preventivo, actualizar los protocolos institucionales y apostar por una mirada innovadora.
Las cifras preocupan. El número de alumnos destituidos subió de 743 en 2016 a 2.458 en 2024, y las denuncias de problemas de convivencia aumentaron en un 1,3% respecto al año anterior. Según Urrutia, esta realidad se ve reflejada en las aulas, donde los profesores deben enseñar a 45 estudiantes con diversas necesidades, muchas veces en contextos de vulnerabilidad.
Manuel Urrutia, director del Instituto Politécnico María Auxiliadora.
“La violencia escolar ha crecido mucho. No solo por hechos que surgen entre estudiantes, sino también por cómo a veces las familias responden frente a la escuela. El trabajo docente se ha vuelto más complejo, y muchas veces los profesores tienen que contener situaciones para las que no tienen herramientas suficientes”, señala.
Uno de los factores más críticos es la desconexión con las familias, especialmente en enseñanza media. “No es que no quieran colaborar, pero hay limitantes reales: dobles turnos, jornadas extenuantes, y una carga social importante. Esa ausencia deja espacios vacíos que muchas veces se llenan mal”, advierte. En ese vacío, los conflictos cotidianos no encuentran mediación y escalan con rapidez.
Frente a esta realidad, el uso de la violencia como mecanismo de resolución se ha naturalizado en parte del estudiantado. “El conflicto no es el problema, lo que importa es cómo lo resolvemos. Y muchos jóvenes hoy prefieren la reacción rápida, directa. La violencia les parece más simple que el diálogo”, afirma el director.
A esto se suma el impacto de las redes sociales y los celulares. “En todos los conflictos que tuvimos en 2025, estuvieron presentes las redes. Hay libertad total para su uso, incluso en niños muy pequeños. Eso genera violencia muy masiva y muy dañina”. El ciberacoso, la exposición de imágenes y los comentarios agresivos generan consecuencias reales dentro del colegio. “Hay familias que priorizan un celular con internet por sobre un libro. Los focos están perdidos”.
Otro tema sensible es el rol de los docentes. “Más que menoscabada, la autoridad del profesor hoy es constantemente cuestionada por organismos como la Superintendencia. Muchas veces se protege el derecho del estudiante sin considerar las necesidades del profesor ni su derecho a establecer límites”.
Sin embargo, no todo es desalentador. Desde el Instituto Politécnico María Auxiliadora han desarrollado estrategias concretas para enfrentar esta situación. Y lo han hecho desde la prevención.
“Nuestros colegios trabajan con el sistema preventivo. Esto significa estar con los jóvenes, compartir sus espacios, tener presencia en la biblioteca, el patio, el comedor. Organizamos los recreos con actividades lúdicas, de lectura, para fomentar el vínculo positivo. También controlamos el uso de celulares y redes sociales durante el horario escolar”.
Una de las medidas más destacadas ha sido la conformación del equipo de preventividad, que se reúne semanalmente para revisar cada curso y detectar situaciones que requieren intervención antes de que escalen. El equipo está compuesto por el director, la jefatura técnica, la orientadora, psicólogas, encargados de convivencia y docentes. “Esta revisión permanente nos permite anticiparnos y actuar a tiempo”.
El segundo eje es la actualización y uso efectivo de los protocolos. “Es fundamental que estén actualizados, que todos los conozcan y que se usen. El protocolo ordena, da tranquilidad a las familias, estructura a los equipos y asegura el mismo trato para todos. Garantiza derechos y evita decisiones impulsivas”.
Y el tercer pilar, quizás el más poderoso, es la mirada positiva e innovadora. “Nosotros apostamos por el vínculo y el afecto. Creamos espacios verdes, tenemos huertos, trabajamos con los estudiantes en iniciativas que generen bienestar. Es fundamental innovar”.
Desde su experiencia, Urrutia deja claro que no basta con lamentar las cifras: “Tenemos que actuar. Aunque los desafíos son grandes, la educación es la herramienta para cambiar el mundo. Hay que mirarlos con esperanza y persistencia, siempre desde la vinculación con los estudiantes y sus familias”.
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