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Oct 2024 - Edición 287

Acciones para una sana convivencia escolar

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Construir una sana convivencia, un desafío compartido entre colegio y familia

Para que toda persona alcance la felicidad deben darse tres condiciones: que aprenda a conocerse a sí misma, que sea educada en lo que es bueno, verdadero y conveniente y que quiera ser su mejor versión para descubrir el sentido de su vida. Todo esto requiere de una educación integral que se logrará gracias al trabajo colaborativo.

Por: Luis Tesolat
Construir una sana convivencia, un desafío compartido entre colegio y familia

Jesús enseña que, cuando el sembrador salió a sembrar, algunas semillas cayeron al costado del camino, otras entre las piedras, otras en espinos, pero “una parte cayó en buena tierra y, cuando creció, dio fruto al ciento por uno” (Mateo 13:1-23). Se requiere de apoderados y docentes que siembren buenas enseñanzas en las mentes y corazones de niños, adolescentes y jóvenes y, a la vez, generen el clima adecuado para que esa siembra germine y dé frutos abundantes.

Una sana convivencia

Para lograr el clima adecuado se requiere de una sana convivencia en el hogar y en el colegio. Esto requiere esfuerzo, comunicación, compromiso y trabajo en equipo entre la familia y la escuela, para que lo que se enseña y vive en el hogar se refuerce en la escuela. 

Más que ausencia de conflictos, la sana convivencia tiene que ver con la capacidad generar espacios de valoración, respeto, reconocimiento y escucha del otro. Es el terreno fértil en el que crecen la comprensión, la paciencia, la compasión y la empatía a través de los detalles pequeños del día a día. Nada hace más feliz a uno que hacer feliz al otro. 

Las virtudes fundamentales 

Luis Tesolat, Director del colegio Familia de Dios, de la ciudad de Rosario, Santa Fe, en Argentina.

La sana convivencia comienza a educarse en casa. Por esto, los padres tienen un rol ejemplar, primordial e insustituible como primeros educadores. Las virtudes ayudan a crear una sana convivencia que se manifiesta en un armonioso clima familiar. 

David Isaacs, profesor de Educación en la Universidad de Navarra, en la que fue director del Instituto de Ciencias de la Educación y vicerrector, afirmaba que “las virtudes son hábitos buenos que nos perfeccionan como personas”. Es un cálculo proporcional: a mayores virtudes, mejor calidad de convivencia. Algunas virtudes que pueden ayudar a lograrlo son:

1. Amor incondicional. Los alumnos son valiosos por quienes son, no por los resultados que logran. Ellos están poniendo a prueba en todo momento el amor de sus padres. Este amor es capaz de generar un ambiente de aceptación y seguridad.

2. Amable exigencia. La guía exigente requiere amabilidad. La exigencia requiere firmeza, pero con ternura. La amabilidad hace querible la exigencia.

3. Alegría servicial. Servir a los demás, en especial a la propia familia, no es una carga, sino un gozo. Y esto se nota en las pequeñas acciones y detalles. Como decía Santa Teresa de Calcuta, “el fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz”.

4. Paciencia infinita. Los errores son parte del aprendizaje, pero además forjan la paciencia de los padres. Más que en dejar hacer o esperar, la paciencia tiene que ver con la serenidad y la esperanza. Isaacs también señalaba que “la paciencia nos permite soportar las dificultades sin perder la paz interior”.

5. Humildad constante. La humildad tiene el don de unir a la familia y reconciliar heridas.

La escuela como colaboradora de la convivencia familiar

El Proyecto Edufamilia del Instituto de Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra realizó un estudio del ambiente familiar y cómo este influye directamente en la salud mental y el rendimiento académico de los hijos. Luego de varios años de investigación, concluyó que los alumnos que crecen en hogares respetuosos y colaborativos desarrollan mejor la autoestima, la resiliencia, la capacidad de resolver conflictos, obtienen mejores resultados académicos y son menos propensos a desarrollar problemas emocionales o conductuales.

Por ello, los docentes tienen la enorme oportunidad de acompañar, forjar y poner en práctica en sus alumnos y en el aula lo que se enseña en casa. En este sentido, Paulo Freire recuerda que “la educación no cambia el mundo; cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Por ello, si los profesores educan desde el respeto, la escucha, el diálogo y la empatía, estarán creando una sana convivencia escolar que se retroalimentará con la del hogar.

Un compromiso colaborativo

Familia y colegio deben caminar juntos a la par, ya que la sana convivencia es el resultado de un esfuerzo compartido. El Papa Francisco dice que “la familia es el primer lugar donde se aprende a amar” y, agregaría que es en la escuela donde este amor se refuerza y se practica en la relación con otros, con la sociedad misma, que es variada y diversa. No alcanza con una buena siembra, se hace necesario un terreno adecuado, propicio para que la semilla de educación germine. Y ese se logrará transformando el hogar y la escuela en espacios de paz, convivencia, aprendizajes y alegría.

Generar una sana convivencia: 

Tips para docentes

1. Enseñar a pensar: se trata de que sean ellos quienes vayan formando criterios propios.

2. Escucha empática: la clase es un medio para escuchar las mentes y corazones de los alumnos.

3. Cooperación organizada: planificar actividades que enseñen a resolver conflictos, fomenten la colaboración, el respeto al otro y la participación de todos.

4. Empatía: conocer el contexto de los estudiantes para saber de ellos y ayudarlos eficazmente.

5. Ejemplo: el testimonio personal es muestra de profesionalidad, equilibrio emocional y de amor al prójimo. 

6. Comunicación asertiva: construir un diálogo fluido con los apoderados para ayudar integralmente a los alumnos.

Tips para apoderados

1. Coherencia: lo que se enseña y lo que se hace debe estar alineado.

2. Límites: claridad y definición en las normas de convivencia, en especial el respeto y la responsabilidad.

3. Diálogo: los conflictos se afrontan con diálogo, calma y comprensión mutua.

4. Escucha: evitar interrumpir y juzgar para que los hijos sepan que el hogar no es un tribunal.

5. Tiempo: más que la cantidad es importante la calidad de tiempo, tratando de alejar las distracciones tecnológicas.

6. Fe: fundamento de los valores cristianos y de la unidad familiar. Como decía el sacerdote Patrick Peyton, “la familia que reza unida, permanece unida”.

 

Bibliografía

1. Mero Cristianismo, C. S. Lewis. 

2. Pedagogía de la esperanza, Paulo Freire. 

3. Amoris Laetitia, Papa Francisco. 

4. Confesiones, San Agustín. 

5. La educación de las virtudes humanas y su evaluación, David Isaacs. 

6. Padres fuertes, hijos felices, Meg Meeker.

7. Padres fuertes, hijas felices, Meg Meeker.

8. Guía ilustrada para una convivencia familiar inteligente, Antonio Ortuño y Luis Benedicto.

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