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Nov 2024 - Edición 288

La necesidad de un estrecho vínculo entre los liceos TP y la empresa

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“La música une”

Roberto Bravo, pianista nacional. Fue alumno de Claudio Arrau, estudió en el Conservatorio Nacional de Santiago y luego se perfeccionó en Polonia, Rusia, Inglaterra y Barcelona. Hoy, radicado en Chile, continúa realizando conciertos de música clásica y popular, muchos de ellos en colegios, donde aprovecha de conversar con niños y jóvenes, y entregar su mensaje.

“La música une”

Destacado con el Premio a la Música Nacional Presidente de la República este 2024, el pianista Roberto Bravo recuerda su infancia como “normal”, dentro de lo “anormal” que significaba ser el único alumno de la escuela –ubicada cerca de plaza Egaña– que después de clases se iba al Conservatorio de Santiago a estudiar piano y música. ¿Cómo llega a eso? ¿Cómo fue su infancia, su trayectoria y cómo ve hoy su vida apoyando talentos? Aquí se explaya. 

 -Para empezar, ¿cómo llega un niño a entrar al Conservatorio de Santiago?

-Entro porque mi mamá descubre que tengo buen oído y que podía tocar con un par de dedos a los tres, cuatro años. De hecho, a los cuatro años me lleva a un programa de radio de talentos, con el periodista Raúl Matas; a los seis años estuve un año en una escuela particular en Pedro de Valdivia y a los siete ingresé al Conservatorio Nacional de Música.

La madre es importantísima, el apoyo familiar es lo que hace que un niño se desarrolle en este terreno de la música, del piano en especial. Había piano en mi casa, mi mamá tocaba, estudió piano, entonces era más fácil desarrollarse. 

-¿Y cómo vive esto con el colegio, lo incentivaba?

-Al principio me trajo algunos problemas de bullying, porque era un niño distinto. Pero tenía el plus de que, por ejemplo, la profesora de matemáticas, donde yo era especialmente malo, me regalaba las décimas que me faltaban y así pasar de curso. Lo hacía porque decía que tenía más carga académica que el resto porque tenía clases de piano lunes y jueves en el conservatorio, más la teoría y… después se sumaron otras disciplinas. 

-¿Y cuándo decide dedicarse completamente a la música?

-Creo que hay una crisis por los catorce años, en que mi madre me recuerda que la música es como una jaula donde el pajarito que sale de ahí siempre vuelve. Me acuerdo de haber llorado en el jardín de mi casa, en el patio de atrás, sabiendo que era una decisión importante. 

En ese tiempo yo hacía una vida de estudiante normal, con el piano incluido, tenía mi disciplina, pero jugaba mucho fútbol y estaba en la calle. Eso me salvó la vida porque hice una vida normal. 

-¿Después de esta crisis decide seguir con la música?

-Sí claro, como una cosa natural. Uno sigue un impulso natural, está contigo y después uno entiende el deber, la responsabilidad, la disciplina que se necesita, y empiezas a hacer lo que todos los niños músicos hacen: concursos. Primero te dan un premio en el Conservatorio Nacional, después entras a un concurso más grande, el “Chopin”, como a los 15 años, luego el primer viaje al extranjero, a los 16. Vuelta a hacer más concursos, pero ya más lejos, en Polonia. Y ahí me quedo y sigo a Rusia, y luego me radico en Inglaterra unos 20 años y 23 en Barcelona. 

-¿Cómo fue esa experiencia lejos de Chile?

-Complicada. Sobre todo, cuando era más chico. En Europa la Navidad es con nieve. Uno siempre añora sobre todo las montañas, uno se ubica por ellas. Y todo lo que es nuestro, la palta, la marraqueta, en Inglaterra la palta era súper cara, y las naranjas no llegaban frecuentemente, y los plátanos no se veían. 

Cuando salía, lo primero que hacía era maravillarme con la fruta. Se añora el lenguaje, se añora el sol. Una de las razones por las cuales salí de Inglaterra fue para acercarme al sol de Barcelona, y para leer en castellano y no tener que hacerlo todo el tiempo en inglés. 

-Ya de vuelta en Chile, ¿cuándo comienza su apoyo a jóvenes talentos y trabajo con colegios?

-Siempre fue así. Eso nos acostumbraron en Varsovia, ahí fueron los primeros conciertos en colegios que hice fuera de Chile. Los procesos de formación para ser profesor empiezan en Inglaterra y luego siguen en Barcelona, estuve en los dos conservatorios más importantes de esas ciudades. 

Y después están en los conciertos escolares que hago frecuentemente. Por ejemplo, ahora tenemos un viaje programado a Arica, en la noche voy a tocar para público general, pero en la mañana voy a tener un encuentro con los estudiantes, y si me preguntan si pueden telonear los niños, la respuesta es sí. Es bueno que cuando uno llega a un punto importante de su carrera, abrir espacios, porque otras personas hicieron lo mismo con uno. Uno tiene el deber de devolver la mano. Hay que estar dispuesto a eso y no caer en situaciones de ego. Hay que compartir lo que uno tiene, es un deber. 

-¿Qué les diría a los profesores que notan a niños talentosos?

-Hay que detectarlos porque siempre hay; ver el buen oído, si son capaces de repetir una melodía en un piano, o en una melódica, eso da la pauta. 

Cuando a mí me han preguntado cómo hacer la clase de música en un colegio, esta debe ir de la mano de la llamada música clásica, Bach, Beethoven, Vivaldi, etc., sin olvidar nuestra música. 

Soy un músico que se transporta de una parte para otra, es frecuente que en un encuentro con niños yo empiece con Bach y termine con Violeta, con Víctor, con Pablo o Silvio Rodríguez, y entremedio, cantar algunas canciones animé o de la película Coco, y eso tiene muy buenos resultados. 

Palabras a nuestros profesores 

“Un abrazo fuerte de mi parte, mucha admiración y, por favor, resistan, los niños los necesitan, y mucho. Debe ser muy complicado hacer clases en estos tiempos, cuando es difícil que los alumnos se concentren”.

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