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Regístrate y accede a la revistaComo bien señalaba Eric Hoffer, un hombre pragmático y observador, “en tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe”. Estas palabras nos desafían a abrazar la incertidumbre y transformarla en oportunidad de ser mejores.
La educación, en su esencia más pura, es un acto de humildad y valentía. Implica reconocer que siempre hay más por descubrir, más por aprender y más por crecer. Es un compromiso con la búsqueda constante de la excelencia, la realización personal y la felicidad. Creo firmemente que el proceso de aprendizaje va más allá de la adquisición de conocimientos, es un viaje de autodescubrimiento, de desarrollo de habilidades y de cultivar virtudes que enriquecen nuestra vida y la de quienes nos rodean.
En este viaje, los maestros juegan un papel fundamental. Más que transmisores de información, son guías en el camino hacia el conocimiento y la sabiduría. Los grandes educadores del pasado entendieron esto profundamente porque estaban centrados en la persona que aprendía, no en los contenidos que se enseñaban. A través de su empatía, su comprensión y su amor por sus alumnos, inspiraron no solo el intelecto, sino también el alma.
“En un mundo obsesionado con lo nuevo y lo innovador, las lecciones atemporales de los autores clásicos siguen siendo relevantes. Nos recuerdan que, más allá de las modas y las tecnologías, el corazón de la educación es la persona misma”.
Para que la educación verdaderamente sirva a nuestros estudiantes, debemos abrazar lo clásico. En un mundo obsesionado con lo nuevo y lo innovador, las lecciones atemporales de los autores clásicos siguen siendo relevantes. Nos recuerdan que, más allá de las modas y las tecnologías, el corazón de la educación es la persona misma. Conocer a nuestros estudiantes, entender sus necesidades y motivaciones, y cultivar relaciones significativas son pilares fundamentales para un aprendizaje auténtico y duradero.
Solo una educación centrada en la persona es capaz de estar abierta al aprendizaje porque entiende que es más importante enseñar a pensar, motivar y desafiar antes que llenar la mente de contenidos. En el contexto de lo clásico, la evaluación, una acción esencial de toda buena educación, se convierte en un faro que guía el viaje educativo.
Más que una medida de conocimiento es una oportunidad para reflexionar, crecer y mejorar. La evaluación auténtica va más allá de los exámenes y las calificaciones, es un proceso integral que abarca el desarrollo intelectual, emocional y personal de cada estudiante. Se trata de observar cómo los conocimientos se arraigan en el corazón y la mente de los alumnos, y cómo los preparan para enfrentar los desafíos del mundo real.
El educador con maestría sabe que el educar requiere generar una construcción de relaciones significativas junto con lograr un buen clima de trabajo. Para lograrlo, sirve tener en cuenta las siguientes recomendaciones:
En relación con la manera de evaluar, una acción constante a la que se le debería quitar tanta “ceremonia”, además de las ya conocidas, pueden ser de utilidad las siguientes experiencias:
Por lo tanto, la genuina educación integral busca, dentro del contexto de enseñanza y aprendizaje, el crecimiento total de la persona, que incluye su desarrollo intelectual, bienestar emocional y crecimiento personal. Basándose en estos principios educativos, la evaluación se convierte en un instrumento de apoyo que proporciona información, guía la instrucción, fomenta el compromiso y la motivación, promueve una mayor conciencia y conocimiento de sí mismo, cultiva un ambiente eficiente y eficaz, despierta el deseo de alcanzar el máximo potencial y brinda las herramientas adecuadas para lograr que los alumnos se adueñen de su propio futuro.
Bibliografía
1. El arte de enseñar: aprender a ser maestro en una nueva era, Joshua M. Eyler.
2. Evaluación auténtica: un medio para mejorar las habilidades y el aprendizaje, Grant P. Wiggins.
3. Educación y felicidad: las enseñanzas de las grandes culturas, Howard Gardner.
4. Desarrollo personal: aprende a ser feliz con tus virtudes y defectos, Rafael Santandreu.
5. Desarrollo humano, Diane E. Papalia, Sally Wendkos Olds y Ruth Duskin Feldman.
Sobre el autor:
Luis Tesolat es coach educativo y ontológico, fundador y director del Instituto de Educación para el Desarrollo Personal (INED), consultor, formador y conferencista en liderazgo, talento humano, gestión y transformación institucional. Especialista en coaching para educadores, posee también un posgrado en Filosofía y es licenciado en Historia. Actualmente es director del colegio Familia de Dios, perteneciente al Arzobispado de la ciudad de Rosario, Santa Fe, en Argentina.
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