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Regístrate y accede a la revistaParafraseando esta sentencia clásica, el presbítero José Miguel Ibáñez Langlois, conocido también bajo su seudónimo Ignacio Valente, afirma que su interés por las humanidades deriva de su interés por el ser humano. Marcado por “grandes profesores, incluso premios nacionales”, recuerda en esta entrevista su etapa escolar y entrega luces de cómo motivar hoy a otros profesores y estudiantes al gusto por las humanidades y también al desarrollo espiritual.
Sacerdote, filósofo, poeta, teólogo, periodista, autor de decenas de libros y cientos de artículos, José Miguel Ibáñez Langlois, columnista del diario El Mercurio, recuerda su infancia, en la que tuvo destacados profesores como Mario Góngora, Roque Esteban Scarpa, entre otros.
-¿Qué recuerdos tiene de su etapa escolar?
-Mi primer recuerdo es la inmersión total en el inglés desde el primer día (y durante doce años). Aprendí el abecedario y las tablas de multiplicar en inglés (y con música). Hasta los juegos de recreo eran en inglés. Y lo agradezco hasta el día de hoy.
-¿Algún profesor que lo haya marcado?
-Tuve grandes profesores, incluso premios nacionales: historia con Mario Góngora, literatura con Roque Esteban Scarpa. Y los sacerdotes del Holy Cross eran excelentes profesores, no solo de religión e inglés. Pero estoy hablando de setenta años atrás.
-¿Cuándo comienza el gusto por las humanidades?
-Al mismo tiempo que mi pasión por las matemáticas. Y la audición del poema “Alturas de Machu Picchu”, recitado por el propio Neruda, fue mi primer descubrimiento del lenguaje, puerta de entrada a las humanidades.
-Durante su etapa escolar participó en Academias Literarias, ¿cómo fue esa experiencia?
-Fue increíble la seriedad con que escribíamos, leíamos y comentábamos lo oído. De la academia del Joven Laurel salieron cinco o seis escritores importantes de las letras chilenas, y muchos lectores apasionados.
-Desde hace unos años, en los colegios de la RED Irarrázaval se están implementando Academias Literarias, ¿cómo motivaría a profesores y estudiantes a participar en ellas?
-Haciéndoles leer buena literatura, a profesores y alumnos. No hay otro sistema. Pero debe haber un director que sea él mismo estimulante de la lectura y escritura. En nuestro caso fue Scarpa en castellano y Father D’Autremont en inglés.
-Como poeta y escritor, ¿por qué promover el gusto por las humanidades?
-Porque es lo mismo que el interés por el ser humano. Porque “hombre soy, y nada humano me es ajeno”, según la sentencia clásica.
-Como sacerdote y autor de muchos libros relacionados con el catolicismo, ¿cómo motivar hoy a los jóvenes a creer en Jesús y a desarrollar la espiritualidad?
-Con el primerísimo de todos los libros, el Evangelio. Pero con alguien que se los explique en forma sencilla y profunda: que les muestre al Cristo vivo, y que lo haga también con el ejemplo de su propia vida.
-¿Por qué ser católico hoy?
-Por la misma razón que hace dos mil años: porque Cristo resucitado, salvador del mundo, fundó su Iglesia sobre la roca de Pedro.
-¿Qué destaca a los católicos de hoy?
-Por desgracia, la ignorancia en materia de fe y moral. Y el interés de ciertas minorías por subsanar esa carencia básica.
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