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Regístrate y accede a la revistaEste año junto a Artequin abordaremos el tema de los colores, a través de los distintos artistas. Además, incluimos actividades para alumnos. Este mes, el color es violeta, un color impresionista.
El siglo XIX fue un período de grandes cambios para los pintores. La aparición de nuevos pigmentos que ofrecían una variedad más amplia de colores y la posibilidad de transportarlos con mayor facilidad impulsaron la gran revolución creativa que dio origen al Movimiento Impresionista (hacia 1874). Los pintores impresionistas estaban muy interesados en los descubrimientos científicos de la época como, por ejemplo, de la óptica y la luz y los efectos de esta en la superficie de los objetos. Para explorar en ello abandonan los talleres y salen al exterior a pintar en la calle o en paisajes naturales de manera rápida para capturar la cambiante luz de las diferentes horas del día. Esto resulta en obras de pincelada suelta y desordenada que parecían no estar completamente acabadas en comparación con otras pinturas tradicionales.
El vínculo de los artistas impresionistas con el color violeta es bastante singular y Claude Monet fue uno de sus más entusiastas cultores, utilizándolo de una manera muy relacionada con la observación que hace de su entorno. Monet decide pintar las sombras de los objetos no del típico color negro, sino violeta, que hasta ese momento se había mantenido en segundo plano. Esto resulta bastante interesante porque, si nos fijamos bien, efectivamente las sombras son de colores y no negras. Como el propio Monet decía: “Había descubierto que el color de la atmósfera es violeta. El aire fresco es violeta”.
Otro de los hallazgos que introduce el movimiento artístico es el uso de los colores complementarios, los que básicamente están en lados directamente opuestos de la rueda de colores. Entonces, el azul es un complemento del naranja, el rojo es un complemento del verde, el amarillo es un complemento del violeta y así sucesivamente. El uso de este recurso volvió menos vibrantes los colores, dándoles un aspecto más real y más parecido al que el ojo humano podía observar en la naturaleza. Dado que el violeta es el color complementario del sol amarillo, protagonista de la mayoría de las obras impresionistas, tenía mucho sentido utilizarlo para plasmar las sombras.
Como un dato anecdótico, a los artistas impresionistas se les cuestionó mucho el uso de este color e incluso se les acusó de estar enfermos de “violetamanía”, ya que querían incorporarlo en todas sus obras.
Comenzar la actividad, dialogando con los estudiantes sobre lo que representa para ellos el color violeta. Es posible dirigir la actividad iniciando con algunas preguntas: ¿Dónde en la naturaleza podemos encontrar este color? ¿A qué sensaciones podemos asociar el color violeta? Si observamos una obra de Monet, ¿qué sentimos con sus colores? ¿A qué hora habrá pintado esta obra?, entre otras.
Luego de eso, se entregarán a cada estudiante papeles volantín de colores violeta con los que realizarán una obra inspirada en los nenúfares de Monet. Primero, cortarán círculos de papel volantín, los que irán ubicando sobre una superficie de papel o cartón azul o celeste, superponiendo uno sobre otro para, mediante sus transparencias, lograr diferentes tonalidades de violeta, más claros o más oscuros. Para terminar, marcarán en papel lustre o cartulina de color verde las hojas para completar las flores de nenúfar.
Finalizarán la actividad compartiendo los resultados de su experiencia con sus compañeros y compañeras.
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