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Regístrate y accede a la revistaDentro de las enseñanzas del 2020, una fue el aporte de las tecnologías al ámbito educativo y a la posibilidad de capacitación para los docentes. Pero, ojo, porque el foco debiese estar puesto más bien en el ámbito de lo pedagógico, advierten los expertos.
La pandemia, más allá de la lección evidente del uso de la tecnología para vincularse con los estudiantes, dejó para los docentes la oportunidad de innovar en cuanto a cambiar el enfoque desde la enseñanza hacia el aprendizaje, lo cual a su vez permitió que se diseñaran actividades pedagógicas que estimulen el trabajo y aprendizaje autónomo de los estudiantes. Desde mi perspectiva, cuenta Ernesto Treviño, quien es profesor asociado de la Facultad de Educación UC y director del Centro UC para la Transformación Educativa (Centre UC), “es necesario seguir innovando en esos ámbitos, siempre apuntando más actividades que promuevan los aprendizajes profundos en vez de privilegiar la excesiva cobertura curricular”.
Sucede que, cuenta Martín Valdivia, director de Desarrollo de la Facultad de Educación de la UDD, “durante la pandemia fuimos testigos de muchos aspectos relevantes en términos de innovación educativa, donde el uso de tecnologías para hacer clases a distancia evidentemente fue uno de los temas centrales. De hecho, los establecimientos hicieron grandes esfuerzos para invertir en dispositivos, conexión a internet y softwares que les permitieron hacer frente a la necesidad de seguir educando mientras sus puertas estaban cerradas. También es cierto que las posibilidades de capacitación para los docentes aumentaron de manera radical gracias al uso de tecnologías; sobre todo, dando acceso a formación de primer nivel a personas de lugares que hasta ahora habían estado desprovistos de ella”.
Sin embargo, a pesar de esos aportes, los espacios para innovar siguen siendo enormes. “Las tecnologías educativas son herramientas extraordinarias, pero no son un bien en sí mismas, su aporte depende del uso que se les dé y de la intención pedagógica que se les dé; es decir, de cómo las utilicen los docentes, educadores y equipos directivos. Ahí es justamente donde creo que existe una mayor oportunidad para hacer innovación y hacia donde debería apuntar la formación docente”, señala Valdivia.
Por ello, la irrupción tecnológica y la digitalización han puesto desafíos enormes a estos procesos, haciendo algunos más eficientes, pero cambiando las conductas a las cuales estábamos acostumbrados. “No es evidente la forma en que enseñamos la creatividad, cuando tenemos todas las respuestas en el celular; o el pensamiento crítico, cuando las redes sociales nos muestran una sola cara de la moneda. Por eso creo que el foco debiera estar ahí. Como en todo lo anterior, el desafío no es tecnológico, sino pedagógico”, señala el académico de la UDD.
No es posible dejar atrás todo lo aprendido en el 2020. Porque se trató de un tiempo, agrega el experto de la UDD, que “nos obligó a hacernos amigos de la tecnología, quizás a la fuerza, pero bajó barreras que de otra forma seguirían ahí. Hasta ahora, buena parte del desarrollo tecnológico había llegado a la educación desde fuera de los establecimientos, proponiendo modelos que no siempre se ajustan a la realidad del contexto y a los estudiantes”.
Gracias a lo que ya se ha vivido, se entienden mejor los desafíos, se conocen las herramientas y es posible innovar desde allí. “Es clave que los profesores se involucren en el desarrollo de nuevas tecnologías, que adapten los recursos digitales, que encuentren, que participen en espacios de colaboración y que compartan sus experiencias. Pero, ojo, porque como en cualquier camino de transformación digital, la tecnología debe avanzar en la medida en que lo hacen las personas y no irrumpir como una carga externa. Si realmente queremos avanzar en innovación educativa, los docentes deben ser quienes lideren el proceso y debemos apoyarlos para eso”.
De hecho, subrayan los expertos, uno de los aprendizajes que ciertamente se deben seguir rescatando es la importancia del trabajo en equipo. “Es fundamental, y se vio fortalecido por la necesidad ya que la pandemia permitió develar que los actores educativos trabajan en equipo con eficacia para resolver situaciones complejas, como enfrentar pedagógicamente una pandemia”, señala el director de Centre.
Asimismo, en este trabajo se mostró la motivación y el compromiso de los actores educativos. “En este sentido, todas las acciones que ayuden a descargar burocrática y administrativamente a directivos y docentes son fundamentales para usar ese tiempo en trabajo pedagógico en equipo. Al compartir las experiencias acertadas y aquellas poco eficaces, los equipos de la escuela (o de una red territorial) pueden mejorar sustancialmente sus prácticas y, finalmente, ayudar a sus estudiantes”, señala Treviño.
Lo que sucedió, coincide Martín Valdivia, es que en contextos de cambio el trabajo en equipo es esencial porque la colaboración con otros actores baja tanto los riesgos de la innovación como la ansiedad de la incertidumbre. “A diferencia de otros ámbitos de la sociedad donde existen ‘polos’ sectoriales o industriales, para que la educación parvularia y escolar funcione, los establecimientos tienen que estar desplegados en el territorio. Esto evidentemente aumenta la cobertura y permite adaptarse a la realidad de cada lugar, pero también dispersa a los educadores y dificulta el trabajo en redes más amplias que las de un solo establecimiento”.
Ernesto Treviño
“La innovación en educación debe tener dos elementos. En primer lugar, se trata de un cambio que apunta a mejorar el proceso de enseñanza con la finalidad de potenciar el desarrollo y aprendizaje de los estudiantes. Por lo tanto, el primer paso de una innovación consiste en definir el cambio de proceso que se quiere lograr y, en segundo lugar, el objetivo que debe cumplirse en términos de aprendizaje de los estudiantes. Así, los docentes o directivos pueden evaluar, en sus salas de clase mediante los instrumentos evaluativos de aula, si el cambio que postulamos como innovación trajo en realidad los resultados esperados en los estudiantes. Una innovación que no beneficia el desarrollo o aprendizaje de los estudiantes no debería considerarse como tal, por más agradable que sea para el docente”.
Martín Valdivia
“La innovación, dentro o fuera de la educación, se entiende como algo que cumple simultáneamente las condiciones de novedad y agregación de valor. Evidentemente, por muy nuevo que sea algo, si no sirve es un absurdo y no le llamamos innovación. Por otra parte, cuando implementamos una metodología o herramienta que ha demostrado ser exitosa, pero no es nueva, no estamos innovando, sino cumpliendo con nuestra responsabilidad.
”Ahora bien, muchas veces relacionamos ‘lo nuevo’ con un producto o resultado, y dejamos de lado el proceso, que también puede ser innovador. En educación esto es central, sobre todo cuando hemos llegado a ciertos consensos sobre el resultado, pero nos enfrentamos a una enorme diversidad de estudiantes, familias y entornos a los cuales debemos adaptarnos”.
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