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Regístrate y accede a la revistaEn un mundo que elogia lo nuevo y lo moderno en educación, la escritora Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, invita a padres y educadores a cuidar la capacidad de asombro de los niños.
Catherine L’Ecuyer recurre a la biografía del famoso arquitecto Antonio Gaudí para explicar por qué la capacidad de asombro no puede ser jamás reemplazada en la educación de un niño: “Gaudí no entró en un parvulario con cuatro meses, no tenía juguetes que hablaban, no iba a Kumon dos veces a la semana, ni veía Baby Einstein. Tuvo una infancia contemplativa en compañía de su madre y de su mejor amigo, el silencio, y fue instruido por su maestra, la naturaleza”, escribe en una entrada de su blog dedicada a este artista. Gaudí padecía un reumatismo y -se cuenta- por esa razón no fue al colegio de pequeño.
Infancias como esa, con niños que serenamente van descubriendo la belleza del mundo, son difíciles de propiciar hoy. Por eso, L’Ecuyer propone el concepto de una “Educación en el asombro” como una mirada que permita a los niños experimentar un oasis en medio de las distracciones, ruidos y estímulos, y les facilite volver a asombrarse ante lo irresistible de la belleza que les rodea.
El asombro es una capacidad que poseen los niños, esa de mirar cada árbol, cada juego de la plaza, cada hormiga, como si fuera lo mejor del mundo, despertando su interés y creatividad, claves para la atención y el aprendizaje. Padres y educadores podemos cuidar y potenciar ese asombro respetando los tiempos e inspiraciones del niño, evitando saturar sus sentidos, dándole libertad y autonomía en un ambiente protegido donde el adulto es guía sutil y respetuoso.
Dentro de las posibilidades de cada familia, es bueno propiciar experiencias que les permitan a los niños interactuar con distintas aristas de la realidad, usando sus cinco sentidos. “Necesitan tocar al conejo, no pintarlo en un fichero. Necesitan ver y oler la granja, no escuchar hablar de ella. Para interiorizar la generosidad, necesitan ver la belleza de esa virtud en acción, no escuchar discursos sobre ella. Para aprender un idioma, necesitan escuchar hablarlo por una persona en carne y hueso que los quiere”, escribe L’Ecuyer.
El rol del adulto es de ser mediador entre los niños y la realidad. Ese rol nos lo muestran los mismos niños, dice la investigadora, cuando corren a mostrarnos el caracol que encontraron o el dibujo que hicieron. Necesitan que estemos ahí de compañía para compartir con nosotros lo que su asombro los ha llevado a descubrir.
Fuente:
Preescolar - 8vo Básico
Orientación
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