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Regístrate y accede a la revistaReunimos a un grupo de académicos, investigadores y decanos, para preguntarles ¿por qué es clave el retorno seguro a clases? Nos respondieron con evidencias y explicaron su visión acerca de lo que hemos aprendido este 2020.
En la medida en que el plan sanitario del paso a paso lo permita, el retorno a los jardines infantiles y las escuelas es esencial. Así explica José Joaquín Brunner, académico de la UDP, exministro y destacado columnista de El Mercurio, la importancia de un retorno al aula. “Son los lugares que disponen las sociedades, en todas las culturas y niveles de desarrollo de los países, para desarrollar las habilidades cognitivas de infantes, niñas, niños y adolescentes; colaborar en su maduración socioemocional, socializar valores y transmitirlos de una generación a la siguiente, y prepararlas para seguir aprendiendo a lo largo de la vida. El hogar es esencial en todas estas actividades, pero se necesita, imperiosamente, contar con el canal escolar”.
A su juicio, se trata de un tema que se ha vuelto evidente con la pandemia. “Sin los colegios no hay esa progresiva independización de los padres, tan esencial de lograr; ni hay espacio para cultivar la comunicación con los pares, el sentido de la amistad y experimentar el contacto con las instituciones y las reglas de la convivencia”.
No obstante, apunta la decana de Educación de la PUC, Lorena Medina, “sin duda, el retorno a la escuela es muy importante, pero más importante aún es una reflexión y plan previos con mirada de largo plazo, pues el regreso sólo puede ocurrir bajo las condiciones de seguridad y sanitarias adecuadas, para cuidar el bienestar de todas las comunidades”.
Señala la decana de la PUC que en nuestro país existen claras diferencias educativas, muy delimitadas por factores socioeconómicos, y por tanto, explica, “los escenarios de retorno no son los mismos para todas las comunidades escolares. De hecho, las que han ido retomando actividades son en su mayoría pertenecientes a establecimientos particulares pagados o con acceso a infraestructuras y espacios presenciales y virtuales adecuados. La educación pública sigue teniendo grandes falencias respecto de condiciones adecuadas para un retorno seguro”.
Temor en apoderados y motivación en estudiantes ante posible regreso a clases
Según los resultados, el 86% manifestó que es importante continuar con el año escolar aunque sea a distancia, mientras que un 85% expresó que independiente de las cifras de contagio prefieren continuar con la modalidad actual y solo un 8% expresó que, si el Gobierno lo determina, enviará a sus hijos a clases.
Encuesta de Educación 2020
En opinión de Lorena Medina, es urgente contar con un plan de retorno descentralizado, anclado en las comunidades y en el diálogo con mesas intersectoriales que incluyan especialistas, profesores, directivos, expertos en salud pública, padres y estudiantes, que puedan en conjunto diagnosticar claramente las necesidades para programar un retorno cuidado y con foco en el bienestar. “Dicho eso, la continuidad educativa es hoy una prioridad máxima para nuestro sistema educativo, y aunque sabemos que nada puede reemplazar la experiencia educativa del grupo y el encuentro presencial entre pares y entre profesores y estudiantes, y ante el cierre de escuelas en su espacio presencial, las instituciones y sus actores tienen la gran tarea de involucrarse a distancia y a través de espacios virtuales, teléfonos, correos e incluso llevando material impreso a los hogares de los estudiantes. Especialmente, recuperar la experiencia educativa entre estudiantes y docentes es un objetivo central, de modo que sean significativas a pesar de las condiciones excepcionales a las cuales se ven enfrentados por la pandemia, poniendo por delante un aprendizaje para favorecer su desarrollo y formación integral”.
Lo anterior, porque, tal como explica Francisco Contreras, director de Colegios que Aprenden de Fundación Enseña Chile, la escuela siempre ha cumplido un rol mucho más grande e importante que sólo académico. “Allí, muchos de nosotros formamos nuestras primeras y más intensas amistades, desarrollamos habilidades como trabajo en equipo, colaboración y perseverancia, aprendimos a relacionarnos con otros adultos fuera de nuestro núcleo familiar, y muchas otras más”.
Señalan desde Enseña Chile que el retorno a clases debe ser puesto en la perspectiva del valor que la escuela tiene para cada estudiante y cada familia; en algunos casos, hoy es la única vía para que los estudiantes socialicen y se sientan seguros. “Por supuesto, en muchos casos no será necesario; hay casos donde la educación a distancia está funcionando y hay apoyo del entorno cercano del estudiante para seguir potenciando su desarrollo, pero sabemos que hay casos, sobre todo en los contextos más vulnerados, donde eso no es así. Mucho más importante que lo académico, es otorgarles a esos niños, niñas y adolescentes, un espacio de protección, de interacción con el mundo fuera de su hogar, que puedan reencontrarse físicamente con sus amigos y compañeros, y donde puedan seguir desarrollándose como personas”.
Señala Medina que la escuela debe ser concebida como un espacio privilegiado para el desarrollo de las competencias socioemocionales y vínculos entre pares, con adultos significativos, sus pares diversos y con las instituciones. “Una convivencia escolar con la diversidad, sana, y una comunidad comprometida con el bienestar de todos sus miembros, son condiciones relevantes para el logro de esos objetivos. De hecho, la investigación muestra una relación y asociación clara entre aspectos socioemocionales y distintos indicadores académicos, como rendimiento, aprendizaje, dominio de contenidos y habilidad lectora, motivación y compromiso, como ha señalado hace varios años la investigación en el área desarrollada en Chile, especialmente por Neva Milicic y su equipo”.
En esa línea, Josefina Santa Cruz, decana de Educación de la Universidad del Desarrollo, señala que, durante estos meses, la ONU y Unicef han sido enfáticos en los riesgos sin precedentes que ha provocado la pandemia para la educación, la protección y el bienestar de los niños y niñas que no han podido asistir a sus escuelas. “Entre los temas que más preocupan, destaca el tiempo perdido por millones de niños de educación preescolar, una etapa considerada clave en el desarrollo de un ser humano”.
¿Qué emoción describe mejor lo que sientes cuando piensas en el retorno presencial a clases?
El 77% de las y los apoderados declaró sentirse “asustado”, seguido de “estresado” (45%) y “enojado” (17%). Los docentes expresaron sentirse “asustado” con un 64% y un 37% respondió “estresado”, mientras que los equipos directivos expresaron con un 56% y 46% en las mismas emociones, respectivamente. Encuesta de Educación 2020, en el estudio participaron más de 5.500 actores de 937 establecimientos educativos.
Por ello, explica la decana de la UDD, el retorno permitiría disminuir los efectos físicos, mentales y socioemocionales que la ausencia prolongada de las escuelas ha causado en los alumnos; y disminuir la repercusión que habrá en los estudiantes de contextos más desaventajados, que aumentaría brechas sociales y posibilidades de deserción.
Para Brunner, “es muy dispar el cuadro de los aprendizajes de los alumnos chilenos incluso en condiciones de relativa normalidad, como muestran anualmente el SIMCE y las pruebas PISA. Pues depende del origen sociofamiliar de los niños y jóvenes, de si tuvieron acceso o no a un buen jardín infantil, de la calidad y efectividad de su escuela y del propio esfuerzo y combinación de inteligencias de cada uno”.
Asegura el columnista de El Mercurio que la peste ha dramatizado aún más esas diferencias al obligar a la clausura de los colegios y confinar a los niños y jóvenes en sus hogares, extrayéndolos del ecosistema escolar. “Es probable que la gran mayoría de los alumnos chilenos haya tenido un muy débil proceso de escolarización formal este año, precisamente por el cierre de los establecimientos. Pero quizá una parte de ellos tuvo un rico aprendizaje no formal e informal, algo que, claro está, es más difícil de medir. De modo que lo único claro es que habrá que tener una especial atención en los años que vienen para mitigar, compensar y remediar los efectos de esa débil escolarización”.
Señala Francisco Contreras que profesores y alumnos este año han comprendido que el aprendizaje se puede dar de muchas formas distintas, que la estructura de la escuela crea en sus mentes un límite físico que realmente no existe. “He visto muchos estudiantes hacerse cargo de su propio aprendizaje, participando de instancias y actividades a distancia con mucho protagonismo, teniendo una excusa perfecta para desconectarse. Y también creo que le han dado un propósito a su propia educación, la priorización curricular y la creatividad de los docentes durante este tiempo de aprendizaje a distancia les permite entender que los contenidos no son islas desconectadas, sino que el conocimiento y la reflexión es un solo gran proceso permanente y constante del cual ellos son la parte fundamental”.
Coincide con aquello Lorena Medina, quien señala que los estudiantes este año han comprendido que muchas de las cosas que creían seguras o daban por garantizadas, pueden, de un día para otro, cambiar, algo de incertidumbre. “Incluso instituciones tan fuertes como la familia y la escuela. Que la escuela no está allí inmóvil, esperando su llegada. Que la escuela y los procesos de aprendizaje van más allá de ‘ir a la escuela’, que la escuela puede venir a la casa; o bien, en casos más complejos, puede no venir… Han descubierto que pueden y deben ser más activos y agentes en sus propios aprendizajes, han aprendido a lidiar, a veces con procesos muy complejos y difíciles, con esta incertidumbre y precariedad de algunas cuestiones vitales. Es decir, aunque no sean todavía aprendizajes conscientes y elaborados (tarea que podría guiar la escuela), han sido experiencias vitales fuertes, profundas, de las cuales siempre aprendemos más que algo, grandes y profundas experiencias vitales de aprendizaje”.
En su opinión, “no debe subvalorarse este tipo de aprendizajes, y pensar solo en lo curricular y formal. Traer a la escuela la experiencia vital y viceversa, debe ser una tarea fundamental que no se puede desaprovechar en este tiempo de pandemia y en la pospandemia. Seguramente, también han aprendido menos contenidos conceptuales disciplinarios, pero pudieron haber ganado mucho en habilidades y autonomía para indagar y buscar por sus propios medios esos contenidos de manera autogestionada”.
En todo caso, señala Josefina Santa Cruz, es importante identificar las estrategias o prácticas que han tenido éxito durante este año y buscar una manera de seguir implementándolas en el futuro. “La priorización curricular desarrollada por la Unidad de Currículum y Evaluación del Mineduc, permitió una focalización en los objetivos esenciales para dar continuidad al aprendizaje, acortando la brecha y dando respuesta a la diversidad. Las comunidades han aprendido a construir redes y compartir las prácticas que dan resultado. Esto es importante de mantener en las escuelas para potenciar el sentido de pertenencia de cada miembro de la comunidad”.
Para el próximo año, se cree, habrá cierta continuidad. “El 2021 tendrá cierta continuidad con el 2020. No habrá vuelto el normal ritmo de las escuelas aunque éstas hayan retornado a una relativa presencialidad. La peste seguirá presente y podría regresar con fuerza durante el primer semestre a medida que nos acerquemos al invierno, y la sociedad estará conmocionada por procesos políticos y de agitación social”, señala Brunner.
Para el exministro, durante el 2021 la mayoría de las familias padecerá las restricciones de una situación económica apretada, empleos frágiles e ingresos inestables. “En esas condiciones, la escuela deberá ser, además de un centro educacional, un centro de mucha sensibilidad frente a las convulsiones externas, cultivar una cultura del cuidado y del apoyo, preocuparse de cada caso de los niños más vulnerables, socializar un clima de resiliencia frente a la adversidad y de orden en medio de las dificultades existenciales de la sociedad. Los docentes necesitarán dedicar tiempo y esfuerzo, por tanto, al diagnóstico del nivel de habilidades adquiridas por los estudiantes durante 2020”.
Asimismo, explica Brunner, “igual situación deberá hacer la Agencia de Calidad. Y, a continuación, habrá que trabajar en mejorar los niveles afectados. Para todo esto podría servir una más permanente interacción entre escuelas y hogares, aprovechando las redes de comunicación desarrolladas durante la pandemia, para que sirvan ahora para alinear el trabajo entre estos dos centros del aprendizaje. Por su lado, las escuelas tendrán que construir una suerte de segundo piso sobre lo ya realizado en educación a distancia, de modo de poder aprovechar la experiencia ganada en apoyar a distancia la formación escolar de los estudiantes cuando regresen a sus establecimientos escolares”.
En todo caso, señala Lorena Medina, toda crisis es una oportunidad para volver a lo fundamental, recuperando parte de lo que hemos olvidado de nuestra humanidad, en la premura por la cobertura curricular, a veces, antes que por lo fundamental en profundidad de aprendizajes. “Se requiere poner prioridad en el bienestar general de las y los estudiantes, donde el aprendizaje socioemocional sea un componente fundamental en la esfera afectiva y en el rendimiento académico, es ahora una tarea y un desafío durante y tras la crisis. En este sentido, y a partir de la pandemia, vimos una rápida recuperación de la visualización de la dimensión socioemocional y su valoración en la formación educacional como impacto de la crisis. Pero esto no puede quedarse solo en discurso, debemos avanzar en un giro hacia la construcción de comunidades escolares, un contexto educacional y curricular en donde las expresiones del ser humano sensible, y los aprendizajes en esa dimensión sean prioridad”.
En esa misma línea, cuenta Lorena Medina, desde Unicef “se nos habla de la importancia del desarrollo de habilidades para la vida, así como la OCDE hace hincapié en el aprendizaje de las habilidades socioemocionales. Se abre así, con claridad, la oportunidad de recuperar al ser humano integral en las salas de clases, promoviendo aprendizajes que fortalezcan su desarrollo en todas las dimensiones del ser humano. La escuela debe convertirse en un espacio de contención, empático y sensible a las necesidades que se han generado en este tiempo de crisis. No se puede pensar en estudiantes y personas cada vez más autónomas y libres, si no se les educa en la promoción de esas habilidades”.
Por ello, señala Medina, los buenos profesores son claves para instalar los cambios que se requieren, y la investigación y los expertos nacionales e internacionales así lo muestran. “Los buenos profesores suelen ser autónomos, críticos, creativos, constructivos y preocupados por sus estudiantes, pero no pueden lograr estos grandes desafíos trabajando de manera aislada, o sintiendo que se les pide algo que va en sentido contrario de lo que el contexto demanda y sus estudiantes reclaman o, bien, sintiendo que luchan contra la corriente cultural en sus propios espacios de trabajo. Se requieren equipos profesionales comprometidos y validados para hacer comunidad y convertirse así en espacios de acogida, encuentro, promoción de los aprendizajes y desarrollos, de todos nuestros estudiantes”.
El rol socializador de la escuela
“Esencialmente, porque como órgano central de la cultura de una sociedad permite hacer la prolongada experiencia de convivir en una comunidad intergeneracional, donde hay aprendizajes que van más allá del currículo formal y la enseñanza metódica dentro de la sala de clases. Allí uno aprende a reconocer a otros que no son parte de mi círculo familiar; a experimentar la autoridad basada no en lazos de sangre ni en la fuerza, sino en el rol, el conocimiento, la mayor experiencia; a relacionarse horizontalmente con pares y descubrir la propia identidad; a reconocer procesos de aprendizaje y adquirir motivaciones nuevas y nuevas inquietudes sobre sí mismo, el mundo y las disciplinas del saber; a cultivar la propia libertad y asumir responsabilidades: a reconocer límites y apreciar los derechos de los pares.
”En fin, la escuela es un microcosmos y ahí aprendemos a conocer, a hacer, a convivir y a ser, como dice un famoso informe de la Unesco. También aprendemos, no hay que engañarse, la ferocidad ocasional de las malas relaciones, el bullying, el engaño, la posibilidad de abusos, la trampa, la traición, el dolor, la mala suerte; en suma, la parte sombría de la vida que habrá de acompañarnos en adelante pues forma parte también de la experiencia humana”.
El rol socializador de la escuela
“La escuela se constituye como un lugar único y necesario en el desarrollo y aprendizaje de las personas. El espacio educativo, entendido en su sentido amplio, desde el entorno físico hasta el espacio social que en él se construye, se constituye como un ‘tercer educador’ y primera esfera de integración social de las personas, el lugar donde a partir del encuentro con otras y otros diversos, se construye progresivamente la propia identidad. Una primera esfera de socialización con otras y otros distintos, donde se tiene el privilegio del despliegue de sí mismos y de la coconstrucción de lo común, lo compartido; la constatación del ser con otros, del convivir con otros, bajo ciertas normas sociales e institucionales y bajo ciertas reglas. Es justamente por eso, por el contacto directo y el compartir espacios físicos, la interacción cara a cara, jugar al aire libre, colaborar colectivamente, que este espacio privilegiado de aprendizaje y construcción identitaria no puede ser suplido en su totalidad por el aprendizaje a distancia”.
El rol socializador de la escuela
“La escuela siempre ha sido un núcleo social, entorno en el que otros núcleos convergen, como las familias, los amigos, organizaciones sociales, municipios, etc. La escuela es y seguirá siendo un lugar de encuentro y, por ende, un punto focal de la construcción de sociedades. Cuando el núcleo se cierra o desaparece, estos otros sistemas que orbitaban en torno a él también se ven afectados. Es como si un día el Sol desapareciera, los planetas antes unidos y atraídos hacia él vagarían sin rumbo claro por la galaxia. No hay sociedad en el mundo que haya puesto en tela de duda este rol de la escuela, razón por la cual muchos gobiernos han redoblado sus esfuerzos por abrirlas aunque sea parcialmente, y es la razón por la que cada establecimiento se ha desvivido por mantenerse conectado con sus familias y estudiantes, para seguir siendo un centro socializador de la comunidad. Este rol de la escuela es fundamental en el desarrollo de los estudiantes. Es donde aprendemos a ser ciudadanos, a ser vecinos, a ser villa o pueblo. Es donde nos sentimos seguros porque nos sentimos parte de un grupo más grande. Por eso es importante seguir tendiendo puentes, abriendo espacios aunque sean virtuales o remotos, para que podamos seguir compartiendo y conectándonos. Más intensa será esta relación si a la vez las escuelas forman redes entre ellas”.
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