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Regístrate y accede a la revistaCada vez hay más consenso en nuestro país sobre la necesidad de entender la calidad educativa como un concepto integral y dinámico, que no se agota en los conocimientos que tradicionalmente se enseñan en la escuela.
Esta mirada reconoce que los niños, niñas y jóvenes son personas que se están desarrollando en un sentido amplio y, en consecuencia, deben recibir una educación integral en lo académico, ético, social y emocional.
Coherente con lo anterior, los últimos años hemos hecho un esfuerzo por ampliar esta mirada y establecer ciertos estándares de calidad que abarquen algo más que el aprendizaje de las asignaturas tradicionales. Es en este nuevo escenario donde adquieren relevancia las habilidades socioemocionales como un factor clave en la formación de futuros ciudadanos que participan en la sociedad y gestionan sus proyectos de vida como, por ejemplo: que los estudiantes tengan convicción de que son capaces de aprender y desarrollar sus talentos; la habilidad de convivir y relacionarse con los otros; la participación y formación ciudadana y aprender a autocuidarse, entre otras.
Debemos tomar conciencia de que las habilidades sociales y emocionales no tienen un papel aislado: interactúan con las habilidades cognitivas, se estimulan unas a otras y aumentan la probabilidad de que los niños consigan resultados positivos integrales en el futuro.
Un colegio no es un edificio, sino un conjunto de sueños acumulados. La tarea que nos queda, entonces, es avanzar hacia un sistema escolar donde todos trabajemos por tener doce mil escuelas que entreguen una educación integral y no conformarnos con algunas pocas que lo logran.
Bajo ese contexto, los profesores y directores pueden convertirse en verdaderos agentes de transformación e innovación para hacer que estas habilidades lleguen a las salas de clases de forma natural, coordinada e incluyendo estas habilidades de manera integral en todas las asignaturas y actividades que desarrollen.
El entender el derecho a la educación desde los aprendizajes y bienestar de nuestros niños nos sitúa como país pionero en Latinoamérica en estas materias. Eso es un gran logro; sin embargo, tenemos una gran responsabilidad de avanzar en la línea de tener una mejor convivencia, de respetarnos, valorarnos y lograr que cada niño pueda cumplir sus anhelos, independiente de su origen. La tarea, entonces, es consolidar a los estudiantes como protagonistas y no meros receptores de conocimiento; familias comprometidas activamente en los colegios; profesores con mejores herramientas (y no transformándolos a ellos en herramientas), ubicando en el centro la colaboración más que la competencia para transitar hacia una educación más amplia, fraterna y de calidad, con foco en el progreso social del país para enfrentar mejor los desafíos del siglo XXI.
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