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Regístrate y accede a la revistaSegún la ONG Sin Fronteras, un 27,8% aumentaron las denuncias de bullying en el 2016 en Chile. Se trata de un tema recurrente que impacta de lleno en el aprendizaje y, por ello, coinciden expertos, la clave está en reforzar la “estrategia de educar” y trabajar con los estudiantes para que exista una mejor convivencia a pesar de las diferencias.
En agosto pasado se supo del terrible suicidio de una alumna de 12 años del Colegio Politécnico Santa Ana, en Quinta Normal. Mientras unos responsabilizan a los padres de la menor, otros culpan a la dirección del establecimiento por una situación que habría terminado con la estudiante poniendo fin a su vida.
Se trata de un hecho muy lamentable que encendió las alarmas en diversos establecimientos del país. Por ejemplo, en el Colegio Padre Pedro Arrupe, de la comuna de Quilicura, reforzaron el tema, trabajando por una sana convivencia escolar desde las raíces, asegura Alfredo Sánchez, coordinador de Convivencia Escolar. “Trabajamos con las familias, lo cual nos permite declarar y modelar el vínculo socioafectivo entre los estudiantes, apoderados y el colegio, fortaleciendo los valores del respeto, aceptación e integración, los cuales sustentan nuestro énfasis formativo de convivencia pacífica entre todos los integrantes de la comunidad”.
Esta orientación, cuenta Alfredo Sánchez, “ha contribuido a la prevención del maltrato o acoso escolar, promoviendo la acción formativa por sobre las acciones punitivas”.
Explica el psicólogo de la fundación Apego y relator de Grupo Educar Felipe Lecannelier que el tema es crucial porque “una sana convivencia escolar baja los niveles de estrés y emociones negativas en los alumnos. Es decir, a nivel psicológico los alumnos se sienten más seguros y motivados en los establecimientos educativos. A nivel cerebral, eso implica que aquellas áreas del cerebro que posibilitan el aprendizaje se encuentran más activas, ya que las áreas cerebrales relacionadas a las emociones negativas y el estrés desconectan las que están relacionadas con el aprendizaje. Entonces, la convivencia escolar adecuada le permite a los niños sentirse tranquilos, seguros y motivados para aprender”.
Una opinión que comparte la doctora María Jesús Comellas, profesora emérita honoraria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), quien asegura que cualquier dinámica, positiva o negativa, que se dé en el grupo, sea en el aula o en los espacios escolares, impacta en las relaciones que se dan en el proceso de aprendizaje. “Por esa razón, una buena convivencia, un clima exento de tensiones, favorece las relaciones de cooperación, colaboración, compartir ideas que son la base de los aprendizajes. Un buen clima estimula los afectos y los aprendizajes”.
¿Cómo? La clave está en implementar un clima y acciones concretas, cuenta Ricardo Salas Contador, encargado de Convivencia Escolar del Liceo Bicentenario Minero de Alto Hospicio. Esa ha sido la razón de que en ese establecimiento estén “funcionando como un tren, siempre con actividades que aportan a los estudiantes alternativas entretenidas y estimulantes”. Añade: “Esta forma de operar nos hace ser más creativos y nos exige apoyarnos mutuamente, considerando que el liceo ha crecido año a año”.
Ese trabajo y preocupación ocurre gracias a que en el establecimiento de Alto Hospicio han desarrollado un “plan de Gestión de Convivencia Escolar que se desarrolla en relación con un diagnóstico que se realiza a la comunidad educativa, considerando su percepción y sugerencias respecto a este ámbito. Este año, por ejemplo, se han considerado en el plan diversas instancias relacionadas con el reconocimiento, la resolución pacífica de conflictos y reflexiones sobre la convivencia escolar”.
Uno de los factores, dice Ricardo Salas, ha sido instalar “objetivos transversales que van más allá de la planificación anual y que están directamente relacionados con hacer parte activa a la comunidad educativa respecto a nuestra convivencia, concientizar también sus responsabilidades, y construir un establecimiento educacional acogedor, tanto para los estudiantes como para quienes trabajan en él”.
Según Comellas, “estamos en el mundo de los estándares y parece que todo se puede medir, controlar, objetivar. En las relaciones humanas hay multitud de aspectos que no pueden medirse y sería de desear que no se insista en esa evaluación: la confianza, la colaboración, el afecto, la ayuda, la amabilidad, las habilidades sociales son sin duda referentes de una buena comunicación entre iguales y con las personas adultas y, por tanto, objetivos que nos debemos proponer para favorecer la convivencia”.
Explica la académica de la UAB que, cuando se entra en porcentajes y medidas, obviamos lo que es fundamental y distorsionamos tanto la interpretación de la convivencia como el liderazgo del profesorado y la promoción de la participación del alumnado.
Desde 2007, en la Universidad de Turku, en Finlandia, se viene implementando el programa contra el acoso escolar KiVa. Con él se logró, el primer año, reducir en más de la mitad los casos de bullying. Su éxito se extendió hasta llegar al 90% de las escuelas de Finlandia y se exportó a otros países como Reino Unido, Holanda, Alemania, Suecia y Bélgica.
“Cuando nosotros partimos en el 2004 hablando del tema y tomando datos, la gente no solo normalizaba el fenómeno sino que ni siquiera sabían que era un problema grave. Dado que el Bullying tiene efectos muy nocivos en la vida del niño (actualmente se lo considera como un tipo de trauma), las personas han ido tomando más conciencia de lo que el bullying le hace a la vida de un niño. De todos modos, estamos todavía a muchos años de hacer lo que se debe hacer. En ese sentido, en la medida en que la educación siga centrada en las metas y los resultados académicos, va a ser muy difícil que el tema de la convivencia se implante del modo correcto”, puntualiza Felipe Lecannelier.
Es un hecho que ha aumentado, dice la académica de la UAB, la presencia de la palabra bullying en el léxico escolar y social, aunque en muchos momentos su uso es inapropiado, así como la interpretación de sus causas. Por ello, muchas de las acciones que se realizan son poco adecuadas. “No se trata solo de hacer visibles las conductas del alumnado que pueden ser interpretadas, realmente, como bullying, sino que es fundamental hacer un análisis de dichas conductas para poder identificarlas sea como gamberrismo, enfrentamientos, competitividad, violencia, agresividad, rechazo a las desigualdades, faltas de respeto y, evidentemente, acoso. En todas las relaciones no hay una conducta individual aislada, sino que ella se da en el marco de un grupo”.
Señala que las causas no son individuales, las soluciones tampoco, y en este caso se deben buscar las alternativas en la dinámica del grupo donde hay un líder, que es el profesorado, tampoco considerado individualmente, sino el claustro, o sea, todos los adultos que lideran el proceso educativo.
Para la profesora de la UAB, no existen estrategias específicas para mejorar un solo aspecto educativo, sino para beneficiar el proceso global de maduración del alumnado: aprendizajes, socialización y desarrollo. “En cuanto a la socialización, implica potenciar las relaciones variadas: entre pares, variación y cambios en los grupos y entre ellos, favorecer el conocimiento mutuo sin estereotipos, propiciar un clima de reconocimiento de las diversidades de todo el alumnado, valoración de todas las personas siempre con un enfoque inclusivo que permite construir relaciones basadas en el respeto recíproco. De alguna manera, se trata de la ‘estrategia de educar’ en el pleno sentido de la palabra. En el momento en que se desee tener información sobre posibles ‘índices’ de esta convivencia, podrían ser valorados a través de instrumentos como sociogramas, pero, básicamente, con la idea de que se deben traducir en el clima del aula y del centro”.
Ya que –indica Felipe Lecannelier– no basta con tener comités de convivencia, o realizar acciones aisladas, “sino que se debe implementar un programa que sea sistemático, serio, ordenado, coherente a través del tiempo, y que incluya una evaluación de su impacto. Ese programa puede partir como una implementación externa, pero con el tiempo debe ser parte de la cultura de convivencia en todos los niveles. Solo de ese modo, el estilo de respeto y no violencia formará parte de la vida cotidiana de los alumnos, profesores, directores, etc”.
De hecho, agrega María Jesús Comellas, la alianza de los centros educativos con las familias también es una buena estrategia. “Muchos centros educativos tienen una clara conciencia de la importancia del clima escolar. Lo que debe valorarse para que sea efectiva esta acción es que debe ser asumida por la totalidad del claustro, del personal no docente y de cuantos adultos intervengan en el centro al margen de sus funciones, incluidos los equipos de servicios, en la totalidad de las horas escolares”.
Asimismo, los alumnos deben ser protagonistas de esta acción ya que cualquier respuesta o conducta que se dé en el establecimiento o fuera de él debe ser considerada como un reto colectivo que debe asumir el centro. “El alumnado es del centro y debe ser representante del plan educativo y de las prioridades del centro. Se trata de educación, no de contención”, subraya la académica de la UAB.
2 estrategias para una soluciónInfografía Ideas concretas para trabajar la convivencia en el aula Colegio Padre Pedro Arrupe
Liceo Bicentenario Alto Hospicio
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ATRAPANDO SUEÑOS
Objetivos:
1° Encuentro con apoderados: Información, sensibilización, compromiso y expectativas en relación a sus hijos y Experiencia Empresa.
2° Encuentros con alumnos: Durante una mañana, todos los alumnos reunidos por cursos realizan el tejido de la trama central del atrapasueños, junto a sus profesores, el cual simboliza el inicio del sueño laboral de cada uno.
3° Jornada Atrapando Sueños: Los estudiantes junto a sus familias completan y decoran el atrapasueños iniciado por el alumno, para luego decorar con ellos el patio del colegio y compartir con el resto de la comunidad su intención de perseguir sus sueños hasta el final.
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