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Regístrate y accede a la revistaEn Estados Unidos y en España ya se trabaja sobre esta forma de aprender. En Chile, un grupo de estudiantes se empapa con esta manera de trabajar cuya premisa es que la inteligencia opera como un músculo que se puede desarrollar a través de la práctica y estrategias de aprendizaje.
8:45 de la mañana, en un colegio de la comuna de Ñuñoa. En el laboratorio de computación, 30 alumnos de 8º básico se concentran en entender cómo funciona la inteligencia, a través de un programa diseñado en Estados Unidos, que tiene por finalidad impactar en la motivación académica de los estudiantes a través del desarrollo de una mentalidad de crecimiento. Camila, Magdalena, Eddie y Susana se pasean por la sala, atentos a las dudas que pudieran surgir.
A medida que los alumnos van terminando, algunos de los miembros del equipo dedican unos 10 minutos a conversar con ellos. Necesitan saber si el mensaje central del programa está siendo bien comprendido por los jóvenes: ¿puedo aumentar mi inteligencia?
Es una innovadora experiencia en la que más de 400 alumnos de un colegio de la Región Metropolitana participarán en el programa como parte de una investigación liderada por Susana Claro, Ph. D. en Economía de la Educación de la U. de Stanford y académica de la nueva Escuela de Gobierno de la Universidad Católica de Chile. El objetivo del trabajo es investigar los elementos que afectan la motivación académica y, en particular, si el software diseñado en Estados Unidos es efectivo para el desarrollo de una mentalidad de crecimiento en estudiantes chi
Asegura Susana Claro que se trata de un concepto acuñado por la profesora de la Universidad de Stanford Carol Dweck, sobre las creencias que tienen las personas respecto a la naturaleza de su inteligencia o sus capacidades. Las personas que muestran mentalidad de crecimiento –dice Claro– creen que la inteligencia es como un músculo que puede aumentar a través de la práctica u otras estrategias. “La neurociencia hoy entrega evidencia de que esta creencia no está alejada de la realidad. Se ha visto que la densidad de materia gris del cerebro aumenta en personas y animales que aprenden cosas nuevas, ya que se crean nuevas conexiones neuronales durante el proceso de aprendizaje”, explica la académica de la UC.
Susana Claro: “En general, tendemos a creer que la naturaleza del cerebro es inmutable o fija, es decir, que no importa cuánto nos esforcemos o trabajemos, nuestras habilidades no van a aumentar. Ese pensamiento está errado y limita nuestras posibilidades”.
Sucede que la profesora Dweck, junto a otros investigadores, ha observado que las personas que tienen mentalidad de crecimiento tienden a enfrentar los desafíos con una actitud diferente a la de aquellos que creen que la inteligencia es algo fijo y determinado. “Cuando enfrentamos una situación sin mentalidad de crecimiento es más probable que nos frustremos con un fracaso o que tendamos a evitar situaciones que nos ponen en riesgo de parecer ‘tontos’ en vez de focalizarnos en la oportunidad de crecer que trae”, indica Susana Claro.
Cuenta la psicóloga Trinidad Montes, de la Fundación Astoreca, que “hemos aprendido de las neurociencias que el cerebro humano es asombrosamente plástico. A pesar de que en los primeros años de vida esto es más cierto que nunca, a cualquier edad la experiencia puede hacer que nuestro cerebro cambie su estructura y su actividad, generando nuevas conexiones neuronales o dejando de usar las existentes”.
Sucede –agrega la psicóloga– que el aumento de las capacidades de los alumnos se produce en ese espacio en que el niño aún no es capaz de resolver una tarea solo, pero que puede lograrlo con la ayuda de otra persona. “Es lo que Vygotski llama la zona de desarrollo próximo. Esto implica ir corriendo el cerco de a poco, confiando en su capacidad de aprender y ofreciendo la mínima ayuda necesaria para mantenerlo desafiado pero no frustrado”, señala Trinidad Montes.
De hecho, la mentalidad de crecimiento –coincide Susana Claro– “nos ha permitido observar que las personas en general ignoran comentarios críticos sobre sus errores, perdiendo la oportunidad de aprender de otros. Al contrario, quienes poseen mentalidad de crecimiento, reaccionan con mayor resiliencia ante un obstáculo, manteniendo la motivación y mostrando mayor perseverancia ante un desafío. Al creer que sus capacidades pueden cambiar, son más proclives a buscar ayuda en vez de ocultar debilidades, a estar abiertos a la retroalimentación crítica, a elegir realizar ejercicios más desafiantes en vez de los que ya saben hacer, y una serie de otros comportamientos que pueden ayudarlos a mejorar sus capacidades”.
Para que ese cambio en la mentalidad ocurra, explicó Carmen Pellicer, escritora y presidenta de la Fundación Trilema, cuando visitó Chile, se requiere de un cambio sistémico que incluye seis cambios esenciales. “El primero se refiere al currículum de la escuela, las metodologías del aprendizaje, cómo cambiar a una evaluación que acompañe a los procesos, la personalización de la enseñanza y diseñar itinerarios de aprendizajes y ser más flexibles y, por último, el liderazgo, o cómo encontramos una manera de dirigir las escuelas, y entender el liderazgo como una savia que recorre toda la organización escolar”.
Carmen Pellicer: “Para cambiar una escuela hay que modificar lo que sucede dentro del aula. Porque un buen docente puede cambiar la vida de un niño para siempre y una buena escuela puede cambiar la vida de una comunidad en menos de seis meses. Con todo, el aula es la clave del cambio educativo”.
Explica la académica española que lo importante para los docentes es tener una visión clara y saber cuál es el punto de llegada con sus alumnos. “Educar es contar relatos, pero lo más difícil es lograr generar una visión ambiciosa de la escuela compartida por todos sus integrantes. Por ello, en una escuela el líder debe traducir su sueño educativo, para lograr que todos vayan en la misma dirección, pero no todos a la misma velocidad. Algunos lo harán por convencimiento y otros, por autoridad”.
Respecto del aprendizaje, “ocurre que un estudiante sin habilidades iniciales para las matemáticas que cree que, como un músculo, es posible desarrollarlas, enfrentará la clase con una meta diferente: en vez de querer evitar fracasos y renunciar a las matemáticas diciendo ‘yo no soy bueno para esto’, se fijará en cómo desarrollar el músculo. Permanecerá más tiempo intentando resolver un ejercicio, buscará nuevas estrategias si está estancado, repasará los errores para aprender de ellos. Con cada intento las neuronas de su cerebro intentarán alcanzar otras, y físicamente aumentarán, a nivel cerebral, conexiones que les servirán para las matemáticas”, dice Susana Claro.
Ha cambiado la forma de aprender, coincide Carmen Pellicer. “Es clave en ese sentido la confianza que los profesores tienen sobre sus alumnos, el creer que ellos sí pueden aprender, y ello incide en el aprendizaje de sus estudiantes”.
“A través de una mentalidad de crecimiento es posible aprovechar mejor las oportunidades, si las tiene. En general, tendemos a creer que la naturaleza del cerebro es inmutable o fija, es decir, que no importa cuánto nos esforcemos o trabajemos, nuestras habilidades no van a aumentar, y este pensamiento limita nuestras posibilidades y nos desmotiva”, dice Susana Claro.
La evidencia es bien clara respecto del impacto de una mentalidad de desarrollo en el desempeño académico. Cuenta Trinidad Montes que en las investigaciones que ha realizado Carol Dweck se ha visto que los niños con una mentalidad de desarrollo logran mejores resultados que aquellos que tienen una mentalidad fija, incluso cuando se controla por otros factores. Una adecuada autoestima, especialmente la autoestima académica, también trae beneficios. “Un alumno que confía en sus capacidades académicas es más probable que se motive y ponga esfuerzo en su trabajo escolar. Podría decirse que tanto la autoestima como la mentalidad de desarrollo en los niños tienen una incidencia positiva en la forma en que los niños piensan, sienten y actúan en relación con el aprendizaje escolar”.
Es importante señalar que mentalidad de crecimiento no es una metodología. Hoy por hoy se espera que un sistema escolar desarrolle en el estudiante conocimiento y habilidades académicas, y actitudes y habilidades socioemocionales, de cara a un desarrollo pleno de este. “Una de las dimensiones del desarrollo personal que inciden en varias otras dimensiones es la mentalidad académica, la que se refiere a las creencias que un estudiante tiene sobre sus capacidades actuales –autoeficacia–, la posibilidad de aumentar esas capacidades –mentalidad de crecimiento–, su identidad y sentido de pertenencia en la comunidad académica, y el valor que el estudiante le otorga a esta actividad para su vida, es decir, su visión o propósito para su vida. Todas estas áreas se orquestan para construir una motivación resiliente o grit, pasión que perdure en el tiempo y persevere ante los obstáculos, que son prácticamente inevitables. Esto equipa al estudiante para atreverse a soñar y disfrutar el desafío de trabajar por sus sueños”, dice Susana Claro.
Este conjunto de herramientas y habilidades es parte de un grupo mayor que se ha llamado de diversas maneras, desde “habilidades no cognitivas”, “actitudes y comportamientos”, “habilidades del carácter”, “habilidades del siglo XXI”, “habilidades socioemocionales”, o, más recientemente, “MESH” por la sigla en inglés de “mentalidades, habilidades esenciales y hábitos” (mindsets, essential skills and habits). En Chile, la Agencia de Calidad de la Educación mide habilidades socioemocionales a través de los Indicadores de Desarrollo Personal y Social (IDPS). Actualmente, la Agencia considera las siguientes áreas de desarrollo personal y social: (1) autoestima académica y motivación escolar, (2) clima y convivencia escolar, (3) participación y formación ciudadana, (4) hábitos de vida saludable. Todos ellos incluyen elementos que afectan la motivación. Además, la Agencia usa indicadores como asistencia escolar, retención escolar, equidad de género y titulación, que también reflejan en cierta manera, las habilidades socioemocionales de estudiantes.
Ahora bien, aunque se hable de la importancia de las habilidades socioemocionales hace más de 20 años, recién se están tomando más en serio y dándoles prioridad hace relativamente poco tiempo. Si las queremos incorporar en un establecimiento escolar, específicamente en la cultura de esa comunidad, es necesario que todo el equipo escolar trabaje en esto conscientemente. La mentalidad de crecimiento, por ejemplo, más que aprenderla, se “aprehende”, es decir, se recoge del ambiente, de la cultura organizacional, de las creencias que comunican, a veces inconscientemente, los profesores y adultos que rodean al niño. Por esto, si un establecimiento no trabaja sus mensajes de manera consciente y proactiva, los estudiantes recogerán lo que se transmita de manera inconsciente y pasiva. Así, un primer paso para desarrollar una mentalidad de crecimiento en los estudiantes por parte de los docentes es conocer qué es mentalidad de crecimiento y por qué es importante. Segundo, aprendiendo los signos que reflejan una mentalidad u otra tanto en estudiantes como en ellos mismos, para ir trabajando en toda la comunidad el desarrollo de esto, con paciencia y en equipo, ya que se necesita un trabajo permanente, la creación de un hábito.
Además, se han ido testeando estrategias y técnicas que resultaron exitosas en otros lugares del mundo (Estados Unidos, Perú, Europa, Turquía) y, por ende, una comunidad escolar puede comenzar aplicando esas estrategias, evaluando su efectividad en crear ambientes que generen confianza, motiven y permitan el desarrollo de mentalidad de crecimiento en los estudiantes. “Por ejemplo, en un colegio en Texas se juntaron todos los profesores alrededor del libro de Carol Dweck ‘Mindset’ y generaron entre ellos estrategias que iban revisando cada semana. Principalmente, se comprometieron a usar la palabra ‘todavía’. Por ejemplo, cuando un profesor le decía a otro ‘Ay, esto es imposible, no soy bueno para hacer la actividad X con los estudiantes’, el colega lo corregía diciendo ‘Todavía… no eres bueno todavía’ ”, finaliza Susana Claro.
Según la mentalidad de crecimiento, entre dos estudiantes en iguales condiciones y con las mismas oportunidades, aquel que tenga mentalidad de crecimiento estará mejor equipado para disfrutar y enfrentar los desafíos de aprendizaje que aparecen en el camino. Es como un capital adicional.
Trinidad Montes: “Podría decirse que tanto la autoestima como la mentalidad de desarrollo en los niños tienen una incidencia positiva en la forma en que los niños piensan, sienten y actúan en relación con el aprendizaje escolar”.
En primer lugar, normalizar el error. Esto implica dejar de castigar el error con nuestros comentarios y gestos, y por el contrario, transmitir a los alumnos que equivocarse es parte natural del proceso de aprendizaje. Al hacerlo, se crea un ambiente en que los estudiantes se sienten seguros y se atreven a participar ya que el profesor y sus compañeros no estarán buscando pillarlos en un error, sino que la energía estará puesta en ayudarlos a corregir sus errores y aprender.
En segundo lugar, la evidencia señala que es mejor elogiar el esfuerzo que el talento o la capacidad. Al hacerlo estaremos enviando el mensaje de que lo que determina el éxito no es algo que viene dado, sino que es algo que depende de ellos.
Por último, enseñarles a los niños cómo funciona el cerebro. Explicarles que el cerebro es plástico y que al aprender algo nuevo se fortalecen las sinapsis, contribuye a que tengan una mentalidad de crecimiento e, incluso, tiene impactos en los resultados académicos.
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