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Regístrate y accede a la revista"Pasión de enseñar" es el libro de la poetiza , que será lanzado este martes en el Gam, es inspirador no sólo para profesores, padres y estudiantes, sino también para quienes tienen que diseñar las políticas públicas en educación. Gabriela Mistral nos recuerda que la educación, más que ciencia, es un arte y, por lo tanto, medirla sólo en cifras, es reducir su dimensión estética.
¿Cuál era el pensamiento de Gabriela Mistral sobre la pedagogía? ¿En qué ejes de la educación centraba su pensamiento? ¿Cuál es el papel del profesor? De todo esto trata «Pasión de enseñar» (Editorial Universidad de Valparaíso), un libro que recoge diversos textos de la poetisa, con ilustraciones de la pintora Roser Bru.
La Premio Nobel de Literatura siempre habló de la educación como su «oficio lateral», pero en realidad fue una pasión central en su vida. Para ella, educar es una tarea sagrada, y el profesor no es un mero funcionario sino un sacerdote.
Escritos íntimos, discursos, cartas, interpelaciones, nos revelan a la pensadora de alcance mundial, la adelantada a su tiempo, pero también la que vuelve a las raíces y a las grandes fuentes. Un texto donde analiza experiencias tan diversas como la Reforma Educacional mexicana, las escuelas Montessori o los colegios-granja.
La presentación del libro se realizará este martes 28 a las 19.30 horas en la Biblioteca del Centro Cultural GAM (Alameda 227) y estará a cargo de Cristián Warnken, director de la editorial, quien conversará con colaboradores del libro. La actriz María Izquierdo será la voz de Mistral en una lectura de fragmentos de la obra.
La investigación y la recopilación de los textos de Mistral estuvo a cargo del director de la Biblioteca Nacional, Pedro Pablo Zegers, e incluye además testimonios de Rosabetty Muñoz, Patricio Felmer, Ana María Maza, Angélica Edwards y el poeta Floridor Pérez, todos ellos de doble militancia en lo pedagógico y lo literario.
«El pensamiento de Gabriela Mistral es de enorme vigencia y tan necesario en un tiempo en que notamos cómo la formación de nuestros niños y jóvenes está cada vez más alejada de la felicidad», comenta Muñoz, poeta y maestra. «Todo profesor debería aspirar a ser un maestro, ejercicio mucho más intenso y profundo que la instrucción o acercamiento a alguna disciplina».
«Si yo tuviera algún poder de decisión pondría este libro, en tanto pasión de enseñar, como lectura obligatoria en las carreras de pedagogía. Y lo regalaría a cada profesor en el día del maestro», remata.
«Este libro tiene algo distintivo», agrega Floridor Pérez. «Prácticamente no había una obra de fácil acceso que tuviera, además de las selecciones de sus escritos, artículos de ‘profesores escritores’, ‘profesores poetas’, que cuentan ejemplos de la cómo aplicaron ellos, en la vida real, en la sala de clases, esos principios pedagógicos que trata el libro».
En tiempo de Reforma Educacional, Pérez advierte, recordando a Mistral, que hay dos tipos de ellas: «unas nacen fuertes, como el cuerno en la cabeza del toro, largamente pensadas, corroboradas, contrapuestas, medidas con la realidad del país en que vivimos, de la sala de clases» y otras «que parecen pegadas con almidón». El lector tendrá que decidir qué categoría aplica a la que está en curso.
Varias son las ideas de Mistral en educación presentes en este libro, partiendo por su concepto de «la poética de la educación, porque ella concebía la educación no como una ciencia, como suele ser hoy, sino como arte», explica Warnken por su parte.
«Para ella el profesor es un artista, que moldea ese material humano con el que tiene que trabajar y compara al profesor con un escultor. Ella decía: ‘yo me pongo más feliz que Miguel Ángel cuando termina el ‘David’ cuando hago una hermosa clase».
Una segunda idea es la importancia de lo estético y lo bello en la educación. «Ella dice: ‘toda lección es susceptible de belleza’. Insiste mucho en eso, en la importancia de que el profesor transmita belleza, que la clase sea bella, que las palabras que use sean bellas. Tenía una obsesión por la belleza en la pedagogía, quizás porque había tenido experiencias malas en escuelas tristes, en liceos chicos, pequeños, con pocos recursos. Y siente que todos los niños, de Chile y el mundo, tienen derecho a la belleza, que no debe ser un lujo elítico ni de esteticista».
Una tercera idea es «la palabra viva versus la palabra muerta». Ella dice: «No coloquéis sobre la lengua viva de los niños, la palabra muerta», consciente de que un deterioro del lenguaje es también un empobrecimiento del ser. Es «la preocupación en educación de no transmitir conocimientos muertos, de no hacer cargar una mochila de conocimientos que en vez de despertar al niño la curiosidad, el asombro, lo que hace es mutilarlo, castrarlo».
Un cuarto eje es su pasión por la lectura, que ella disfrutaba enormemente. Y pensaba que, entre otros, la tarea del docente es recrear ese goce en los niños, «antes del análisis o de cualquier cosa».
«Ella tiene una visión casi religiosa, mística, de lo pedagógico», resume Warnken. «El profesor es casi un sacerdote, porque no cualquiera enseña. La clase es un acto sagrado, un ritual donde se juegan muchas cosas».
Se trata de un libro inspirador no sólo para profesores, padres y estudiantes, sino también para quienes tienen que diseñar las políticas públicas en educación. Gabriela Mistral nos recuerda que la educación, más que ciencia, es un arte y, por lo tanto, medirla sólo en cifras, es reducir su dimensión estética.
«Hoy la discusión se ha reducido a plata, a rankings, de manera transversal entre izquierda y derecha, pero se habla poco del contenido. Mistral perteneció a una vertiente humanista que existió en Chile, que tuvo mucha presencia en el debate educacional, a nivel de decisiones, y que fue perdiendo terreno».
«Pensemos que la Universidad de Chile fue fundada por Andrés Bello, un poeta, traductor de Virgilio. Gabriela Mistral se escribía cartas con el presidente Pedro Aguirre Cerda, cuyo lema era ‘gobernar es educar’. Hoy ninguno de nuestros candidatos ni se acerca a tener un slogan parecido».
En plena Reforma Educacional, para Warnken «aquí hay un filón de pensamiento original, absolutamente único, propio, una reflexión sobre la educación hecha aquí en Chile».
«En Chile siempre tendemos a buscar modelos foráneos y creemos que el éxito, la felicidad, las recetas, están siempre afuera. Miramos Finlandia, Estados Unidos, y está bien, es interesante, pero resulta que todos estos países hicieron una reflexión adentro de ellos y tienen sus propios referentes».
«Nosotros tenemos esta semilla, esta fuente que es el pensamiento de Gabriela Mistral, y no la hemos leído. La verdad es que a Gabriela Mistral la hemos leído bastante mal, por encima, salvo personas estudiosas de su obra, ésa es la sensación que tengo yo…», dice Warnken.
Destaca que cuando la poetisa habla de educación «se apasiona, se entusiasma», lo que explica el título de esta obra, cuyo público natural no son sólo los profesores, sino también las autoridades, partiendo por la ministra de Educación.
«Aquí tenemos algo original, propio, que merece ser escuchado. Hay mucho profesor ávido de salir de la trampa en que están metidos, entre evaluaciones y planificaciones, y quieren tener otro tipo de conversación», concluye.
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