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Carta publicada el 31 de agosto de 2016 en El Mercurio.
Señor Director:
Un trabajo de investigación para una tesis doctoral realizada en 2004 por Teresa Ríos de la Facultad de Educación en la Universidad Católica, recoge un testimonio que me parece pertinente transcribir a propósito de la enseñanza en general, y en particular de la enseñanza de la filosofía. El entrevistado, de nombre Simón, era un joven alumno de un liceo de Santiago, que señaló:
“Lo que enseñan en los colegios es lo más ordinario que hay (…) no hay otra palabra, ´ordinario´. Puras cosas que no tienen que ver unas con la otra, puras palabras, aprender de memoria y repetir. No enseñan a pensar, creen que en 3° y 4° medio recién podemos aprender algo de filosofía, pero ahí ya es tarde, nadie aprendió a pensar. Cuando enseñen a pensar desde kínder, desde la base, el liceo va a valer la pena. Ahora nadie aprende cosas válidas, interesantes, conocimiento real”.
¿No valdrá más la pena protestar y marchar por este motivo, esto es, reclamar que se enseñen “cosas válidas, interesantes, conocimiento real”?
Aníbal Vial Echeverría
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