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Sergio Urzúa, profesor asociado de la Universidad de Maryland e investigador de Clapes UC, destaca el avance que ha tenido nuestro país en términos de cobertura en educación inicial, sin embargo, indica que la calidad es el gran ausente en el debate.
Por Angélica Cabezas Torres
En esta entrevista, Sergio Urzúa nos entrega una mirada global de la educación inicial y posiciona dentro del mapa mundial a Chile, quien a su juicio, lleva la delantera en cobertura en la región, pero está al debe con la calidad, elemento fundamental ya que mientras no mejore, el resto de los niveles educacionales difícilmente lo harán. “El debate ha estado mal dirigido”, sentencia.
En cuanto a educación inicial, ¿dónde nos encontramos en el contexto regional?
Chile con un ingreso per cápita en torno a los 20 mil dólares, no encuentra un competidor directo en materia de cobertura en primera infancia en la región. En términos de cobertura hemos realizado avances significativos, sobre todo después del programa “Chile Crece Contigo”.
Brasil, por ejemplo, está haciendo cosas parecidas. Muchos de sus estados están desarrollando iniciativas de aumento en cobertura, pero sólo en casos particulares se están ejecutando acciones más avanzadas que las de Chile. Países como Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia, por otro lado, están más atrasados. Ellos tienen otros tipos de déficit en materia educacional que reciben mayor atención, aunque sí existen iniciativas locales, más pequeñas, en materia de primera infancia. Argentina y Uruguay están junto a Chile en el grupo de avanzada.
Con todo, en términos de cobertura agregada, Chile ha avanzado mucho. Ahora bien, en materia de aseguramiento de calidad nuestros avances han sido mínimos, el atraso es inmenso.
¿Y cuál es la diferencia con los países desarrollados?
Precisamente en calidad. La brecha respecto de la realidad en los Estados Unidos, Inglaterra o el mundo desarrollado en general, es grande. Específicamente, son importantes nuestros atrasos en la legislación y fiscalización de las condiciones que deben cumplir las salas cunas y jardines infantiles en materia curricular, de infraestructura y capital humano. En este tipo de temas, nosotros estamos todavía muy al debe. Además, nuestra institucionalidad en este nivel está muy atrasada. Junji e Integra necesitan ser repensadas.
Entonces el gran déficit está en calidad…
No cabe duda. Chile ha hecho avances importantes en materia de cobertura, pero mucho menos en términos de calidad. Es mucho más fácil abrir centros, cortar cintas, que asegurarte que quienes estén dentro de la sala cuna o jardines infantiles tengan las capacidades necesarias para hacer un buen trabajo con los niños. Por eso confunde cuando las autoridades insistentemente promuevan el aumento en cobertura como una preocupación por la educación temprana. Esto ha quedado de manifiesto con las declaraciones luego de la aprobación de la reforma tributaria. ¿Cómo se va a traducir el nuevo aumento en el número de salas cunas y jardines infantiles en calidad? Nadie se hace cargo de esta importante pregunta. Parece que no aprendimos nada de los problemas asociados a aumentos de cobertura sin calidad en educación superior.
¿Este énfasis en la cobertura, podría tener relación con una mirada más bien asistencialista de la educación inicial, que se les ve más como un sistema de guarderías?
Efectivamente. Parece que estuviésemos aún pensando en guarderías cuando el mundo desarrollado esta preocupado de centros de educación temprana. La diferencia es inmensa.
Pero vamos más al fondo. Hasta hace poco la lógica era “que la mamá mande al niño al jardín infantil o a la sala cuna para que pueda trabajar”, y yo te diría que los aumentos de cobertura han estado sustentados sobre esa lógica, han sido una herramienta política de aumento de participación laboral femenina.
Y eso tiene una dinámica compleja, porque en la medida que sacas a un niño de un hogar con una buena madre y los metes a un jardín infantil de dudosa calidad, no es obvio que el resultado al final del día sea positivo para el menor. Lo ideal es asegurarse que la calidad que se le entregue en ese jardín sea igual o mejor que lo que el chico puede tener en su casa. ¿Aseguramos eso? Lo dudo.
Por eso, ver a la educación inicial como guardería es un error garrafal que puede tener consecuencias negativas a largo plazo que pueden ser irreversibles. Existe poca presión desde el punto de vista de políticas públicas para asegurar que el aumento de cobertura esté asociado a mejor calidad. Por otra parte, sabemos que las brechas en desarrollo cognitivo y socioemocional emergen ya a los cuatro años, e incluso antes. La pregunta es ¿cómo dirigimos todos los esfuerzos para asegurar que dichas brechas se eliminen lo antes posible? Eso no es parte de la discusión de políticas públicas hoy en día. La plata no está puesta ahí, está al otro extremo, en educación superior, y eso demuestra que el debate ha estado mal dirigido.
¿Y quiénes son los responsables de que la calidad no esté en el debate?
Principalmente la clase política, que no ha demostrado la visión de largo plazo requerida en este caso. Lamentablemente los menores de 6 años no marchan, no hacen destrozos, no reclaman. Pero también hay culpa del mundo académico que no ha levantado la voz para evidenciar los errores en las prioridades de las políticas públicas. Muchos académicos parecen más interesados en escribir textos sustentando las prerrogativas de los grupos estudiantiles que de proveer evidencia respecto de la rentabilidad social de proyectos, tales como la gratuidad en educación superior, una mejor educación técnica o preescolar. A base de esa lógica, es bastante claro donde hay que poner el énfasis y el dinero: en los primeros años. Se extraña un mundo académico más participativo de esa discusión. Hace falta la mirada seria y objetiva de largo plazo.
En este minuto, ¿hay evidencia de que la educación inicial tiene un impacto positivo en los niños?
Junto a varios coautores hemos realizado estudios acerca del impacto de la educación preescolar sobre el desarrollo de los niños, en particular en el puntaje Simce. Nos hemos sorprendido mucho al encontrar evidencia que hasta en 2008, es decir en niños que asistieron a educación preescolar antes del programa “Chile Crece Contigo”, los resultados son positivos. Vale la pena recordar que este programa aumentó en forma importante la cobertura en el nivel preescolar. Ahora bien, cuando realizamos el mismo análisis, con menores que asistieron a salas cunas y jardines infantiles después del “Chile Crece Contigo”, no pudimos encontrar evidencia robusta que indique que asistir a un centro de educación preescolar hubiese tenido un impacto positivo.
En otras palabras, la evidencia no pudo confirmar que para las nuevas generaciones la experiencia de asistir a un jardín infantil o sala cuna fuese positiva. Todos los esfuerzos deberían estar puestos sobre esto. Es allí donde se dan los primeros pasos para avanzar en la igualdad de oportunidades. Es necesario ajustar el rumbo lo antes posible.
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