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«…en general, en Chile se estima una cifra del orden de seis mil profesores que provienen de la ingeniería comercial, la agronomía, contadores, que apoyan la labor educativa…».
Carta Publicada por El Mercurio el 09 de septiembre de 2013.
Por Aníbal Vial Echeverría
Hace algunos años en Holanda se hizo necesario atender un problema asociado a la escasez de buenos profesores. Para resolverlo, se reunió el consejo que dirigía una red de colegios con las Escuelas Superiores de Profesorado de la Universidad Libre de Amsterdam. Juntos hicieron una oferta singular. Pusieron avisos en la prensa, ofreciendo a profesionales descontentos con su actual trabajo en empresas la alternativa de convertirse en profesores de enseñanza media. Los aspirantes debían seguir estudios durante dos años hasta obtener el grado necesario para la materia a enseñar. Dichas instituciones debían asumir los costos del plan. En poco rato, las instituciones convocantes habían recibido cinco mil llamadas telefónicas, 800 cartas y 200 emails pidiendo información.
La situación en Holanda era dramática por la falta de profesores. Nadie quería dedicarse a la enseñanza, por los sueldos bajos y por los problemas de mantener la disciplina en clases que resultaba tarea cada vez más dura. El tema pasó a ser prioritario en la política al interior de dicho país. La estrategia de buscar profesores de otros sectores profesionales pasó a ser también objetivo del gobierno.
Ocurrió que, mientras se preparaba la ley que hiciera posible formalizar esta iniciativa, la impaciencia -la necesidad- puso sin más en marcha la reforma. La portavoz del consejo escolar, sorprendida por los resultados, respondía a una consulta de la prensa: «Dada la avalancha, no sabemos cuántos vamos a admitir, no esperábamos tantas respuestas». «Seguramente, muchos cuando ya sepan con precisión lo que se les requerirá -señalaba la vocera- no sigan en la carrera; esa será la primera criba».
Frente a la consulta acerca de cuál había sido el tipo medio de solicitante, agregó: «No resulta fácil precisar de quién se trata: son gente con estudios superiores que trabajan actualmente en empresas. El proyecto se dirigía a ellos, pero ha respondido todo tipo de profesionales; hombres y mujeres de diferentes edades. Pienso ahora en un músico de orquesta que quiere convertirse en profesor de matemáticas y en un empleado de una compañía de seguros al que le gustaría ser profesor de holandés», afirma.
Pues bien, hemos estimado que vale la pena recordar esta experiencia, teniendo en cuenta lo que nos ocurre en Chile, que vive una situación casi idéntica, y está requerido de propuestas innovadoras que ayuden a la solución en el menor plazo posible. Porque es obvio que necesitamos más y mejores profesores, en Santiago y en regiones; en algunas ciudades el problema es crítico. No obstante, es alentador saber que entre nosotros hay también experiencias similares e innovadoras; por ejemplo, la que ha realizado con especial éxito Enseña Chile, aunque si bien el enfoque es distinto y se basa en un exitoso modelo probado en EE.UU., viene también a suplir una clara deficiencia como la del caso holandés. En general, en Chile se estima una cifra del orden de seis mil profesores que provienen de la ingeniería comercial, la agronomía, contadores, que apoyan la labor educativa. Nuestra Ley General de Educación, a diferencia de la holandesa en ese entonces, acertadamente permite hacer clases a titulados y licenciados que hayan cursado programas de a lo menos ocho semestres en una institución acreditada y que hayan cursado al menos cuatro ramos en el área en la que enseñan. Este es ya un gran avance.
De manera que, si a lo que ya hacen cerca de seis mil profesionales enseñando en colegios, sumado a lo que hacen Enseña Chile y otras iniciativas similares, y a su vez todo eso lo sumamos al proyecto de ley, hoy en el Parlamento, ordenado a fortalecer la carrera inicial docente, que implica ya no solo premiar a los mejores alumnos que estudien pedagogía -como contempla la beca vocación de profesor-, sino también a los mejores profesores que sean debidamente acreditados como tales, si a todo este empeño se agregan además iniciativas como estas probadas con éxito en Holanda o EE.UU., podemos vislumbrar que en un plazo no superior de cinco años -que para educación es un plazo corto- empezaremos a ver resultados mejores en este ámbito.
Lo que nos ha mostrado en los últimos días la prueba Inicia, ya por quinto año consecutivo, y no obstante las limitaciones de ese instrumento, y lo que vemos en otras pruebas internacionales que nos permiten compararnos con países más desarrollados como los de la OCDE, es que nuestros políticos deben dar primera prioridad a estas iniciativas. Cualquier otra discusión sobre temas de educación, y no solo de educación, debiera quedar subordinada a esta que apunta a fortalecer a los profesores de nuestro país. Es urgente mejorar la calidad de nuestros educadores, y por eso apelamos a nuestros legisladores para que tengan este sentido de urgencia.
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