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Hasta ahora no se evalúan aspectos socioemocionales del aprendizaje, ni en Chile ni en el resto de Latinoamérica. Es urgente incluirlos desde el punto de vista del desarrollo sicológico de los alumnos, ya que el mundo laboral lo está demandando.
Por Marcela Paz Muñoz Illanes
“En América Latina, actualmente cerca del 15% de aquellos jóvenes que quieren trabajar no encuentra empleo. A principios de los años ochenta, la desocupación juvenil alcanzaba solo el 5%. Entre quienes laboran, un 54% lo hace en un empleo informal, frente al 45% de hace tres décadas”. (“Desconectados, Habilidades, Educación y Empleo en América Latina”).
Se supone, por un lado, que, según las encuestas y estudios internacionales, la explicación a ese fenómeno tendría estrecha relación con la batería de conocimientos que se les entrega a los jóvenes mientras están en la escuela. Y por otro, con las evaluaciones estandarizadas que se aplican en el país, según Sergio Urzúa, economista del Centro de Estudios Públicos (CEP) “lo más probable es que existe una descoordinación entre lo que se les está enseñando a los estudiantes y lo que la empresa requiere de ellos”. A su parecer, “es urgente integrar al currículo escolar otro tipo de habilidades, como las socioemocionales”.
En Estados Unidos ya se experimentó con esta filosofía, en lo que se denominó “No Child left behind” (que ningún niño se quede atrás), y pareciera que no produjo los frutos esperados. La base era nada menos, que “olvidarse del trabajo del docente y del enfoque curricular, para preparar a los alumnos nada más que para las pruebas y mediciones.” Lo mismo que podría suceder en Chile, en que “están privilegiando más que nada las evaluaciones”, comenta el economista.
Sin embargo, el problema va más allá que eso. La sicóloga y Directora Nacional del Departamento de Pedagogía de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad San Sebastián, M. Isidora Mena resalta que “lo preocupante es que dejemos que la medición del Simce determine todas las decisiones escolares. Es como creer que lo que no da dinero no vale la pena: hacer sentirse querido a un hijo, por ejemplo, no se paga con dinero, pero otorga beneficios que valoramos. Entonces, el problema no es lo que no se evalúa, más bien, aquello que no valoramos”.
El Simce, apunta la sicóloga, debiese ser solamente un indicador. Porque nada más es una prueba, pertinente para ciertos asuntos, y no para otros. Y es justamente esa medición la que evalúa conocimientos cognitivos, relacionados con el intelecto y el conocimiento (especialmente en Matemáticas y Lenguaje).
En cambio, las empresas en Chile y en el exterior están demandando de parte de los jóvenes lo que se denomina habilidades socioemocionales. Es decir, aquellas que pertenecen al área del comportamiento o que constituyen parte de la personalidad del alumno y que en la actualidad no se están evaluando ni desarrollando. En jerga empresarial se las denomina “habilidades blandas”. Por ejemplo, se trata de valores como la responsabilidad, la perseverancia, el trabajo en equipo, la solidaridad y el liderazgo, entre otras.
Sin embargo, la excepción a la regla es la Educación Técnica. “Ya sea por selección o por formación, la educación técnica está efectivamente asociada a las habilidades que el mercado de trabajo demanda actualmente, al menos en mayor medida que la educación tradicional o científico-humanista”, apunta Urzúa.
¿Por qué es importante integrar las habilidades blandas en la educación?
Hasta ahora poco y nada se ha instruido a los estudiantes acerca de ese tipo de habilidades. “Y se nota el comportamiento en el patio, en el aula. Muchas veces leen, pero no entienden, o no pronuncian las palabras en forma correcta, no saben cómo comportarse. No se manejan en equipo, no son solidarios”, argumenta Sergio Urzúa.
Por el contrario, las personas que cuentan con esas destrezas contribuyen a construir ambientes de aprendizaje, de trabajo, de convivencia más gratos y mucho más productivos. No solo eso: “Les va bastante mejor que a los que solo “saben” mucho. Esas aptitudes permiten convivir en armonía con otros, integrar equipos, desempeñarse como mejores jefes, mantener parejas, educar hijos, tener amigos. Naturalmente todo eso otorga felicidad”, justifica la sicóloga.
Pero ello no viene en los genes, y por tanto, hay que enseñarlo. ¿Cuándo? Se desconocía, hasta ahora, que era justamente en Enseñanza Media el momento en que ese grupo de habilidades puede adquirirse, moldearse y/o consolidarse, si es que ese proceso no ha ocurrido con anterioridad.
Según se lee en el libro del cual Sergio Urzúa fue coautor, “Desconectados, Habilidades, Educación y Empleo en América Latina”: “La educación secundaria puede verse como una segunda gran oportunidad para fomentar competencias adicionales que tendrán un impacto significativo en la vida de estos jóvenes, especialmente entre los que provienen de las familias más vulnerables”.
El economista del CEP no sugiere que se deje de enseñar Lógica, Matemática y Lenguaje. Por el contrario, “se necesita introducir cambios en el currículo, entregar a los docentes las herramientas para enseñar ese tipo de habilidades a sus alumnos y empoderar a todo el sistema escolar de aquello.”
¿Cómo hacerlo?
No es necesario evaluarlo todo, señala M. Isidora Mena. “Necesitamos movilizarnos “desde adentro”, por motivaciones y valores personales, por la conveniencia para las personas que educamos”.
Está claro, señala la sicóloga, “que si para entrar a la universidad debemos dejar de ser buenas personas… la verdad es que preferiría que en Chile nadie ingresara a la educación superior. Ahora bien: afortunadamente el desarrollo de las habilidades socioemocionales actúa a favor del aprendizaje y el rendimiento (Documento de Valoras UC, “Donde y cuánto impacta”, 2008) por lo que no deberíamos sentir que en esta formación, estamos perdiendo tiempo para lograr puntajes en pruebas nacionales”.
En ese mismo sentido, agrega Isidora Mena, “lo que planteamos es que más que evaluar si se han desarrollado estas habilidades en los estudiantes, estamos en un momento en que los colegios necesitan mirarse a sí mismos y visualizar si tienen una organización y están ofreciendo espacios para formar en lo socio emocional. Actualmente tenemos metodologías y hemos hecho estudios con UNESCO y MINEDUC, que muestran que en Chile la organización de los colegios no tiene aún el nivel de desarrollo que debiera, para formar habilidades socioemocionales”.
Tres claves para formar alumnos integrales
Para Marina Bassi, economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y también coautora del libro: “Desconectados, Habilidades, Educación y Empleo en América Latina” se requieren dar tres pasos claves para integrar ese tipo de habilidades. En primer lugar, “realizar reformas en el currículo, a través de prácticas pedagógicas que permitan fomentar y desarrollar en los alumnos valores como el liderazgo, la creatividad y el trabajo en equipo”.
En segundo lugar, dice Bassi, «es clave implementar nuevas formar de evaluación e información sobre esas aptitudes en los estudiantes. Por ejemplo, en Argentina se han desarrollado proyectos en las asignaturas de Matemática y Ciencias en que se incluyen ese tipo de mediciones”. Actualmente existen además, algunos instrumentos y escalas a nivel internacional como: Rosenberg y Grit.
Y en tercer lugar, indica Marina Bassi, es crucial que se realicen reformas a la carrera y formación de los docentes. “Hoy el mundo cambió y los profesores requieren contar con nuevas herramientas que les permitan desarrollar esas aptitudes en sus alumnos. Asimismo, es necesario incluir incentivos para ellos”.
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