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Regístrate y accede a la revistaQue nuestros jóvenes tengan tiempo para vivir, respirar, asimilar lo aprendido, es una de las lúcidas entre muchas sustantivas ideas que el Presidente de Francia Nicolás Sarkozy propone en una extensa carta a los profesores y padres de su país al inaugurar el año académico. El documento de diez páginas no tiene pérdida y se consigue fácilmente en francés o inglés en Internet. A lo largo de sus líneas se respira aire fresco mediante una radical y mesurada crítica al lamentable estado actual de la educación, un reconocimiento sólido en el sentido de que no han sido los profesores los responsables de la misma, como se ha querido apuntar desde muchos círculos, y que sin ellos y su decidido compromiso no es posible salir de la crisis. El texto contiene un luminoso diagnóstico y propone caminos concretos de salida de la trampa en la que la educación habría caído.
Educar implica a su juicio conciliar dos impulsos contradictorios, uno ayudar a cada niño o joven a encontrar su propio camino y el otro inculcarles lo que nosotros creemos es la justicia, la verdad, la belleza. Por muchos años la enseñanza se concibió exclusivamente como un problema de transmitir conocimiento, descuidando la o las personalidades de los alumnos; en el último tiempo, a juicio del Presidente de Francia, habríamos caído en otro extremo, que sería ver la educación nada más bajo el prisma de la psicología. Educar es difícil, “siempre es necesario estar revisando y recomenzando para alcanzar el objetivo. Hay que perseverar, nunca debemos desfallecer”.
Porque amamos y respetamos a nuestros niños y jóvenes “tenemos el deber de enseñarles a alcanzar altos standards (…), tenemos el deber de enseñarles que todas las civilizaciones se fundan en una escala de valores, que el estudiante no es lo mismo que el profesor. Tenemos el deber de enseñarles que nadie puede vivir sin ciertas limitaciones y que no existe la libertad sin reglas. ¿Qué tipo de educadores seríamos si no enseñamos a nuestros niños la diferencia entre el bien y el mal, entre lo que está permitido y lo que está prohibido? “
El diagnóstico más específico apunta en la dirección de la “formación general”. Por cierto el Presidente de Francia no está ajeno a los desafíos que plantea la “economía del conocimiento” y la “revolución de la información”. Pero acota, hay que darles a nuestros niños y jóvenes a gustar la música, la poesía, la disciplina que implica la ciencia, la pasión de la investigación, admirar el valor del trabajo bien hecho en una tarea de artesanía o técnica. No agregar horas, al contrario “devolverles tiempo a nuestros niños para que vivan, respiren, asimilen lo que han aprendido”. Que los jóvenes quieran aprender, despertarles el deseo de saber, su curiosidad, forjar en ellos una mente abierta, que comprendan el valor del esfuerzo, con una adecuada autoestima, que descubran que tienen talentos que les permiten alcanzar cosas que ellos mismos no pueden imaginar, esta debe ser, apunta Sarkozy, la filosofía que inspire y mueva una radical reforma de la educación.
La clave de todo es el profesor a quien Sarkozy elogia y reconoce con justicia y cariño. Y en esa línea sugiere un camino práctico y operativo para avanzar en el proceso de renovación que se ha propuesto: ofrecer alternativas a los profesores mayores o aquellos que han perdido el entusiasmo, de incorporarse a otros trabajos, previa capacitación y ayuda para iniciar una nueva vida. El Presidente de Francia nos invita a una acción concreta en materia educacional y lo hace desde una consideración esencial del problema que vale la pena revisar entre nosotros que por momentos parece nos movemos nada más en torno a aspectos periféricos en un tema tan decisivo.
Autor: Aníbal Vial E.
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