Este cuento, creado por un grupo de profesionales vinculados a la psicología y la educación, tiene como propósito ayudar a los niños y niñas a procesar la experiencia del terremoto y maremoto, ocurridos en Chile el 27 de febrero de 2010.

Según los especialistas del Colectivo Bruno y Violeta, las actividades planteadas en el libro apuntan a que los niños logren expresar – hablando o dibujando – el trauma del terremoto, ya que ellos suelen expresarse directamente mucho menos que los adultos.

‘Cuando los niños pasan por una experiencia difícil, que les produce miedo o angustia, no necesariamente lo van a poder comunicar a otro, incluso tal vez no podrán comunicárselo a si mismos’, afirman los profesionales. En este contexto, puede ocurrir que un niño sienta molestias para respirar, tenga pesadillas, dificultades para quedarse dormido, o peleas con otros niños, debido a que no puede procesar adecuadamente sus temores y miedos por efecto del terremoto.

¿Cómo usar el libro?

‘Bruno y Violeta sobreviven al terremoto’ es un cuento para ser leído en forma grupal o individual; los niños más pequeños pueden escuchar a un adulto o a un niño mayor leyendo en voz alta. El material está diseñado para ser completado con la experiencia de cada lector, por lo cual tiene puntos suspensivos para que cada niño/a lo llene con sus propias palabras. Las ilustraciones, asimismo, están inconclusas con la misma finalidad: los niños y niñas pueden dibujar lo que falta, o lo que se les ocurra a ellos mismos, así como también colorear las imágenes.

‘Es importante que los adultos escuchen activamente a partir del libro. Que no lo asuman como una actividad para rellenar y dejar archivada. El objetivo es que este material funcione como herramienta de diálogo entre adultos y niños, y de los niños entre sí’, destaca el colectivo.

En el colegio y en la casa

Este libro permite a los docentes abrir canales de comunicación y expresión para los niños, especialmente aquellos afectados por el terremoto en forma directa. Pueden propiciar el espacio para el trabajo colaborativo, en grupos o parejas, así como también estar disponibles para conversar personalmente con los niños y niñas, si así lo requieren.

Las conversaciones pueden llevarse a cabo antes, durante o después de la lectura. Es importante no forzar las actividades ni obligar a los niños a hablar. Hay distintas maneras de expresarse, hablar es sólo una de ellas. Si alguno de los niños o las niñas no quiere participar, no se le debe exigir hacerlo, ya que cada ser humano tiene su propia manera de lidiar con los eventos traumáticos de la vida.

El libro también puede abrir espacios de discusión entre familias y escuelas, especialmente en aquellas localidades más pequeñas y aisladas. El colegio, por ejemplo, podría organizar reuniones con las familias para que entre todos traten el tema o, a partir de las respuestas de los niños, podría organizar con las familias actividades de distinto tipo.

Finalmente, los profesionales señalan que es posible que, producto de las conversaciones o de las mismas actividades propuestas, los adultos perciban conductas o reacciones anormales en los niños y niñas -como bloqueos emocionales que inhiben la capacidad de expresarse o cambios importantes en la conducta típica anterior al terremoto, entre otros. En esos casos, es recomendable buscar apoyo de un profesional.